¿Qué mejor forma de entender la obra de Juan Carlos Nadal, que nos explique el propio artista el proceso creativo de sus piezas?
F.M.A.: Queremos entender tu forma de enfrentarte a la obra de arte, de entender su mirada. Por eso, cerremos primero la cuestión ¿Qué es para ti el arte?
J.C.N.: El arte es una forma de expresión cultural y simbólica que lleva implícita el ser humano desde nuestra más remota antigüedad. A lo largo de mucho tiempo, los seres humanos fuimos capaces de transmitir y comprender creencias, símbolos y códigos a través del arte. Aquellas expresiones de épocas remotas no eran simplemente decorativas, hoy sabemos con certeza que se trata de un lenguaje cargado de simbolismo. Sin embargo, con el paso del tiempo, hemos perdido la clave para poder descifrarlas.
En algún momento de nuestra historia, sufrimos una especie de amnesia cultural, olvidando el significado real de muchos de esos signos y su propósito original. Aun así, pervive en nosotros una pulsión irreprimible por seguir creando, de representar tanto el mundo que nos rodea como nuestro mundo interior. Aunque hayamos olvidado los códigos precisos que permitirían comprender el mensaje de nuestros antepasados, la necesidad de expresarnos a través del arte permanece intacta, como una herencia ancestral que habita en lo más profundo de nuestra naturaleza y que forma parte de lo que nos hace humanos.
Por eso creo que el arte nos conecta a través de una expresión ancestral que sigue resonando en lo más profundo de nosotros, creando un vínculo entre el pasado remoto y el presente, y haciéndonos ver que ciertas emociones y experiencias trascienden el tiempo.
Por eso creo que el arte nos conecta de manera profunda, creando un vínculo entre el pasado remoto y el presente, y haciéndonos ver que ciertas emociones y experiencias trascienden el tiempo.
En lo referente a los aspectos formales, en mi caso es evidente que no pretendo una reproducción mimética de la realidad, ni tampoco la creación de una narrativa concreta. Tampoco busco un acabado técnico refinado, de hecho, me atrae lo contrario. Me interesa la espontaneidad y lo visceral del proceso creativo, dejar que las cosas surjan sin un plan preestablecido, permitiendo que mis manos y mi mente fluyan de manera libre. Así trato de mantener viva mi capacidad de asombro ante lo inesperado, favoreciendo lo impredecible y lo auténtico en cada obra.
Mi interés por nuestro pasado remoto me impulsa a explorar conceptos como lo primitivo y el automatismo en el proceso creativo, lo que se manifiesta en el uso de formas esquemáticas y una paleta cromática que evoca las pinturas rupestres, con el fin de eliminar lo superfluo y centrarme en lo fundamental.
Esta forma de entender el arte me conecta con un legado de nuestro pasado más remoto, cuyo verdadero significado original puede haberse perdido, pero sigue siendo un puente hacia nuestra esencia más profunda. Siento que mi manera de entender el arte me conecta con nuestros ancestros, con algo que todos llevamos dentro.
En definitiva, es para mí una necesidad vital, una manera profunda de estar en el mundo, de comprenderlo y de dejar huella de nuestro paso por él.
F.M.A.: ¿Cuál crees que es la gran controversia entre la pintura más reciente y la vieja pintura?
J.C.N.: Actualmente vivimos un momento de grandes cambios. Antes, el acceso a la información era muy limitado, pero actualmente, gracias a internet y a las redes sociales, podemos conocer el trabajo de cualquier artista de manera inmediata. Esto rompe claramente las barreras físicas y geográficas. Como consecuencia, las diferencias y particularidades vinculadas al lugar de origen de los artistas tienden a diluirse.
Otro aspecto que nos distingue de nuestros antepasados es la convivencia de múltiples disciplinas y conceptos, lo que da lugar a una multidisciplinariedad inédita en la historia. Este panorama ha generado un contexto diverso, rico y, al mismo tiempo, complejo. Por ello, cuando visitamos un museo de arte contemporáneo, es esencial acudir con una mentalidad abierta y dispuestos a encontrarnos con todo tipo de discursos. Esta actitud nos permite vivir una experiencia profundamente enriquecedora.
En cuanto a la pintura, en particular, actualmente no existe un lenguaje pictórico dominante en el panorama internacional; coexisten diversos enfoques y conceptos. Además, gracias a los avances tecnológicos, anteriormente mencionados, los artistas tenemos a nuestra disposición una amplia gama de materiales que antes no existían, lo que condiciona de manera excepcional los trabajos que podemos encontrar hoy en día.
F.M.A.: ¿Qué preocupaciones han marcado a tu generación desde el punto de vista artístico?
J.C.N.: Como mencioné anteriormente, mi generación se caracteriza por una gran diversidad de discursos, tanto plásticos como conceptuales, lo que hace que no haya una inquietud dominante que sobresalga por encima de las demás. Más bien, resulta más adecuado hablar de una pluralidad de intereses y enfoques que coexisten de manera simultánea y enriquecedora.
Uno de los aspectos que más destacaría es la constante interacción entre la tecnología y el arte, que ha dado lugar a nuevas formas de expresión y creación antes impensables, y no me refiero únicamente a una obra tecnológica, sino también a los medios que hoy tenemos a disposición para crear obras “tradicionales” con medios actuales. Un buen ejemplo es la pintura, que hoy en día cuenta con una amplia variedad de productos y herramientas que nos ofrecen nuevas posibilidades para la experimentación.
En resumen, mi generación está marcada por inquietudes y conceptos que se manifiestan a través de una diversidad de enfoques artísticos, ya sea en la pintura, la escultura, el vídeo, la instalación o incluso en la hibridación de varias disciplinas. Esta multiplicidad de lenguajes es, sin duda, uno de los grandes logros de nuestra época.
F.M.A.: ¿Es relevante para un artista construir un estilo personal partiendo del pasado?
J.C.N.: Considero que es inevitable tener presente nuestro bagaje artístico del pasado. Por eso, aunque sea de manera inconsciente, este se filtra en nuestro trabajo. Las influencias heredadas deben formar parte de nuestro proceso creativo, pero transformándose en algo personal y adaptado a nuestro tiempo.
Me esfuerzo por mantener una ética profesional que me impulse a realizar un trabajo genuino, con el que identificarme y que esté comprometido con mis propias pulsiones e inquietudes. Con esto no solo me refiero al evitar parecerme a lo que ya se ha hecho, sino también comprometerme a hacer un trabajo que sea fiel a mis intereses y a mi manera personal de entender el arte. Este proceso de investigación no se limita solo a la búsqueda de una apariencia estética, sino también a dotar a la obra de una carga emocional, conceptual y personal, fruto de una investigación que surge de mis preocupaciones y experiencias.
Más allá de buscar lo inédito como un fin, para mí, lo importante es encontrar el modo de hacer un trabajo auténtico, que me identifique y me distinga. Un estilo propio que nazca de mis preocupaciones personales.
F.M.A.: ¿De qué modo te ha influido la historia de la pintura?
J.C.N.: Vivimos en una época en la que conviven todo tipo de disciplinas, tanto a nivel formal como conceptual. Sin embargo, uno de los factores más determinantes que nos afecta hoy en día es la sobreinformación. En un mundo globalizado como el actual, donde tenemos acceso inmediato a lo que se está creando en cualquier rincón del planeta, creo que cuanto más selectivos seamos con la información que consumimos, más preservaremos nuestra autenticidad creativa.
En cuanto a la influencia de la historia de la pintura, es evidente que todos los artistas estamos influenciados, en mayor o menor medida por las corrientes y artistas que nos han precedido. Pero lo verdaderamente importante está en cómo cada uno procesa esas influencias. Lo importante es lograr mantener una mirada propia y auténtica que nos diferencie de los demás y nos haga reconocibles en nuestra singularidad.
No podemos vivir aislados del mundo, pero también pienso que es mucho más saludable compartir experiencias y conocimientos con artistas cercanos de una manera directa, con los que podamos establecer vínculos reales de una forma natural. Este tipo de interacción favorece un intercambio auténtico, que considero esencial para el desarrollo de nuestra práctica artística. En este sentido, quiero mencionar a alguien que ha sido y sigue siendo una persona crucial en mi trayectoria: mi gran amigo y maestro Sanleón, a quien admiro profundamente por su talla artística y personal.
F.M.A.: ¿Hasta qué punto se puede ser un artista libre?
J.C.N.: Defiendo la autonomía de mis creaciones, quiero que la obra sea libre y no esté sujeta a un mensaje o interpretación único. No tengo ninguna finalidad concreta ni creo que deba cumplir una función específica o responder a un propósito concreto.
Sin embargo, si la pregunta va dirigida hacia lo que me impulsa a hacer lo que hago, entonces sí existen preocupaciones de carácter formal. Me interesa, sobre todo explorar y profundizar en las posibilidades espaciales de la pintura. Partiendo de ella, busco expandir sus límites más allá del lienzo, tratando de trascender su naturaleza bidimensional.
El traslado de mis trabajos pictóricos a otros medios responde a este interés y se manifiesta claramente cuando se convierten en esculturas, rompiendo literalmente el plano para ocupar el espacio real. Pero incluso dentro del formato tradicional de la pintura, trato de superar esas fronteras mediante recursos visuales que sugieren volumen, profundidad y movimiento. De una manera u otra, ya sea físicamente o de manera ilusoria, siempre busco ir más allá de las limitaciones del cuadro tradicional.
Pienso, y soy consciente de que esto puede generar cierto debate, que cuando una obra intenta transmitir un mensaje demasiado evidente o tiene una finalidad muy concreta, pierde la capacidad de conectar con el espectador de una manera profunda, limitando de esa manera la experiencia emocional del que la contempla. Sin embargo, si la obra se mantiene abierta, tiene la posibilidad de conectar de maneras muy distintas en cada persona.
F.M.A.: Hay quien sostiene que tu obra es muy difícil de encuadrar en un estilo concreto ¿Eres consciente de ello?
J.C.N.: No, la verdad es que no soy muy consciente, ni es algo que me preocupe demasiado. Considero que encasillar una obra en un estilo específico puede limitar su potencial, aunque entiendo que los historiadores y críticos de arte necesiten clasificar por estilos el trabajo de los artistas para facilitarles su tarea.
Vivimos en un momento muy ecléctico, donde debe de resultar muy complicado realizar este tipo de clasificaciones. En este sentido, mi interés se centra en crear una obra que me identifique de manera particular, sin tener que ajustarme a ninguna categoría en concreto.
Los ‘ismos’ artísticos fueron útiles en su momento, cuando no existía la globalización y los artistas trabajaban de forma más conjunta, influyéndose mutuamente. Pero actualmente, en un mundo marcado por el individualismo y la globalización, esa lógica ya no funciona igual.
F.M.A.: Un valor que considero muy importante en la evolución de tu pintura es la trasposición espacial que ha ido configurando la plataforma conceptual. ¿Qué opinas al respecto?
J.C.N.: Siempre me ha interesado la idea de generar la sensación de volumen en la pintura, siendo una preocupación constante a lo largo de toda mi trayectoria. En este sentido, las piezas escultóricas que he desarrollado en los últimos años comenzaron a tomar forma en 2009, con la escultura titulada Kanagawa, en referencia a «La gran ola de Kanagawa» de Hokusai. Esta obra marcó un punto de inflexión, pues fue fruto de mis inquietudes pictóricas, las cuales me impulsaron a adentrarme en el ámbito escultórico mediante la utilización del metal como materia prima.
En consecuencia, mi práctica pictórica se ha expandido de manera natural hacia otras disciplinas, como la escultura, y en alguna ocasión más esporádica la instalación o el vídeo, como los que muestro en la Fundación Bancaja. De este modo, actualmente mi pintura se adentra en un campo expandido, convirtiéndose en espacial y volumétrica, coexistiendo con las pinturas bidimensionales y estableciendo un diálogo enriquecedor entre ambos lenguajes. Este enfoque multidisciplinar no solo enriquece mi práctica artística, sino que también ofrece al espectador una experiencia más inmersiva.
En esta exposición se puede apreciar cómo ambas disciplinas, la pintura y la escultura, interactúan y se complementan, generando un vínculo que amplía y profundiza el sentido conceptual de mi trabajo.
F.M.A.: Sin embargo, entras en la Facultad de Bellas Artes en el año 1985 y parece que desde el principio decides estudiar el movimiento. ¿Esa aproximación era más conceptual o instintiva?
J.C.N.: El interés por el movimiento no surgió de manera inmediata, sino que fue algo paulatino, algo que se fue desarrollando con el tiempo a medida que mi trabajo iba evolucionando. Lo que sí que he mantenido desde el principio ha sido la idea de crear la sensación de espacio y la multidisciplinariedad de recursos. Quizás esa búsqueda por generar una espacialidad fue lo que me llevó a introducir la idea de movimiento en mi obra.
En mis trabajos tempranos, utilicé imágenes fotográficas, bien en formato tradicional o mediante la serigrafía, técnicas asociadas a la producción en serie.
Lo que me interesaba no era tanto la obra seriada, sino utilizar estos recursos como medios sobre el que intervenir pictóricamente e incorporar materiales propios de la escultura, como acero, madera o cristal. Así, el movimiento y la espacialidad fueron apareciendo gradualmente.
Poco después, me adentré en la realización de piezas con carácter instalativo o escultórico, pero siempre en diálogo con las obras de pared, siendo una constante en mi trabajo hasta la actualidad.
A partir de 2003, di un giro a mi trabajo y comencé a crear obras pictóricas dejando atrás la imagen figurativa y los ensamblajes, pero manteniendo la impronta pictórica de mis primeros trabajos. En este sentido, he de decir, que todas las transiciones que se han dado a lo largo de mi trayectoria, más que una ruptura, han sido una evolución natural del trabajo, donde cada etapa se nutre de la anterior.
Durante este período, coexistían elementos geométricos y gestuales, pero a medida que iba evolucionando, la parte orgánica y gestual fue ganando protagonismo hasta imponerse. Esto hizo que el movimiento se incorporara de forma significativa en mi obra, convirtiéndose en un aspecto más allá de lo puramente formal.
F.M. A.: Las ondulaciones y surcos, tan empleados como recurso plástico en tu trabajo aluden a la estructura orgánica e inorgánica de los diferentes elementos naturales en constante transformación. Tu obra remite a la fenomenología del paisaje y de la naturaleza, a lo primigenio de la humanidad. ¿Ese desarrollo formal arranca de la propia observación de la naturaleza,
J.C.N.: En mi proceso creativo, las reflexiones conceptuales suelen aparecer como consecuencia del trabajo realizado una vez lo doy por acabado. Inicialmente, me guío fundamentalmente por la intuición, sin que lo racional intervenga de forma deliberada. Es a posteriori, al contemplar lo realizado, cuando la obra comienza a evocarme imágenes, ideas o fenómenos que generalmente aluden a la naturaleza.
Esto despierta en mí una curiosidad que me lleva a querer comprender más allá de lo visible. Es así como aspectos que no se encuentren de una manera explícita en la obra, se conectan con ella de alguna forma. Es entonces cuando surgen las preguntas de orden teórico o filosófico, como una forma de profundizar en aquello que la pieza ha revelado de manera intuitiva. En este sentido, concibo el arte como una forma de expresión que, más que ofrecer respuestas, suscita interrogantes; activando espacios de reflexión donde lo emocional y lo conceptual conviven, abriendo de esta manera, múltiples caminos de interpretación.
El desarrollo conceptual y formal de mi trabajo ha evolucionado a medida que he profundizado en las posibilidades espaciales de la pintura, un proceso que ha estado influenciado por mi observación y apreciación del paisaje. Elementos como el movimiento, el tiempo o las huellas que dejamos como testimonio de nuestra existencia se han convertido en constantes en mi obra. Mi objetivo es crear una experiencia que no solo sea visual, sino también emocional, fomentando una mayor conciencia sobre nuestro papel en el entorno que habitamos.
Las ondulaciones y surcos que surgen de ese movimiento aluden a la estructura orgánica de la naturaleza. El gesto pictórico captura la esencia del acto de pintar como un instante congelado en el tiempo, reflejando la emoción y energía del momento, y convirtiéndose así en un registro tangible de esa experiencia vivida.
Para reforzar aún más esta conexión, los títulos que asigno a cada pieza desempeñan un papel fundamental. Me interesa que tengan un sentido evocador, aludiendo en la mayoría de los casos a la naturaleza y sus movimientos, aportando así un componente poético que enriquezca la obra más allá de lo meramente descriptivo.
En ocasiones, al abordar una obra de manera espontánea, sin un estudio previo, el título surge como resultado de un recuerdo o inspiración nacida en el mismo momento de la creación, y en otras ocasiones, a posteriori. De esta manera, pretendo generar una conexión más auténtica entre la obra y el espectador, facilitando una experiencia más inmersiva y significativa.
F.M.A.: Llevamos muchos años alterando negativamente nuestro entorno, destruyendo bosques, pastos, construyendo ciudades que han ido degradando el medio natural. Queda claro que nuestro impacto afecta a todo el planeta y no de forma positiva. ¿Es esta reflexión importante en tu trabajo?
J.C.N.: Quienes vivimos en Valencia, -y especialmente en las zonas más afectadas, como es mi caso, al tener el taller en una de ellas- hemos experimentado de primera mano las consecuencias del impacto de la actividad humana sobre la naturaleza. Es una realidad imposible de ignorar y de negar.
Muchos artistas contemporáneos recurren a discursos explícitos relacionados con acontecimientos de este tipo, propios de una época marcada por cambios acelerados y, a menudo, desconcertantes, como los relacionados con el cambio climático. A través de este enfoque directo, buscan concienciar y provocar una reflexión crítica sobre el efecto que nuestras acciones tienen en el entorno natural.
En mi caso, estas preocupaciones se manifiestan de una forma más evocadora. Prefiero que las obras transmitan sensaciones o ideas que, aunque no sean explícitas, aluden a esta problemática desde una perspectiva más poética y abierta a la interpretación.
F.M.A.: Entrando en lo que es propiamente la exposición de Bancaja ¿Por qué el título “Cos d’aigua”?
J.C.N.: El título “Cos d’aigua”, cuerpo de agua, surge del término empleado para designar cualquier extensión de agua que se encuentre en la superficie terrestre, ya sea natural -como lagos, ríos o mares- o artificial, como pueden ser los embalses. Pero más allá de esta definición geográfica, lo que me atrajo de este término es su carga simbólica.
En este sentido, me parece interesante la dualidad existente en esta expresión. Por un lado, la palabra “cos” (cuerpo) alude a algo estático con forma y volumen, mientras que, por otro lado, el agua representa lo contrario, lo fluido, lo cambiante en constante movimiento. Esta tensión entre lo sólido y lo líquido, entre lo racional y lo emocional, está presente en mis trabajos, y se hace más evidente en la escultura, donde la utilización del metal al ser sometido a procesos de curvatura, evocan el movimiento, el fluir del agua y el dinamismo del gesto pictórico. De esta manera, cada pieza se convierte en un lugar de encuentro entre contrarios.
Además, otro aspecto que me parece muy sugerente en este título, y que le confiere un aspecto más poético, es que puede interpretarse como una fusión entre lo humano y lo natural, entre el ser humano y el paisaje.
F.M.A.: La última obra de la exposición, desde el punto de vista cronológico, es un video titulado “Posidonia” ¿Por qué te interesa este ejemplar de la naturaleza?
J.C.N.: La Posidonia, encarna la noción de un tiempo primitivo, un concepto que también introduzco en mis obras al yuxtaponer lo efímero y lo eterno. En una visita a la isla de Tabarca el verano de 2023, pude contemplar y disfrutar de las enormes praderas de esta planta que existen en esta zona. A través del movimiento pausado de este vídeo, busco enfatizar esta idea de un tiempo suspendido, ofreciendo al espectador una experiencia contemplativa y relajante.
En alusión a la extraordinaria capacidad de esta planta para producir oxígeno, he incorporado el sonido de nuestra propia respiración bajo del agua, invitando al espectador a sumergirse en un estado de meditación. Es una pausa, un suspiro que nos permite reconectar con lo natural y lo esencial.
La obra también invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y el paso del tiempo, mostrando la interacción entre lo orgánico y lo fluido, el movimiento y la quietud, lo primitivo y lo visceral. Estos conceptos, presentes tanto en mi trabajo pictórico como escultórico, se entrelazan para ofrecer una experiencia sensorial que despierta una conciencia más profunda sobre la continuidad y fragilidad de lo natural, así como el impacto de nuestras acciones en el entorno.
F.M.A.: Tu práctica artística está llena de expresividad, ¿se podría relacionar con el movimiento del cuerpo humano?
J.C.N.: En mi práctica artística, el gesto ha sido un aspecto constante a lo largo de las diversas series que he trabajado desde el inicio. Lo entiendo como la representación de la inmediatez, un registro del momento mismo de la ejecución, un reflejo de una pulsión interna. En este sentido, lo que busco es humanizar tanto la pintura como la escultura, y es quizás en esta última disciplina donde esa intención sea más complicado de llevar a la práctica. En ésta, suele ser habitual que el proceso sea más controlado y estudiado, pero yo lo enfoco de manera contraria, buscando que el trabajo sea dinámico y abierto a la libertad, al error y al azar. De esta manera, me acerco al proceso de la pintura, donde, en definitiva, trato de humanizar la obra, dejando que mi huella quede reflejada de una manera visceral.
Efectivamente, mi práctica artística, al estar cargada de expresividad, está estrechamente ligada al movimiento del cuerpo, jugando este un papel fundamental en la creación. Considero que el lienzo no es solo un soporte físico, sino un contenedor de energía, que se transfiere a través del movimiento de mi cuerpo. No se trata únicamente de un instrumento que ejecuta acciones, sino de un transmisor de estados internos, un vehículo que materializa esa energía sobre la obra.
En resumen, mi obra podría entenderse como una extensión de mi cuerpo, una representación de la energía que surge de mí en el momento de creación, y que permanece en el lienzo como una huella viva de lo humano.
F.M.A.: Al entrar en la sala de exposiciones de la Fundación Bancaja, lo primero que llama nuestra atención es una filmación antigua realizada en 1898 por los hermanos Auguste Marie y Louis Nicolas Lumière, famosos mundialmente por ser inventores del cinematógrafo. Trabajaron obsesivamente por filmar el movimiento, eligieron a la bailarina estadounidense LoÏe Fuller para realizar sus primeras películas. La diva y coreógrafa se movía en el escenario creando efectos plásticos de sus escenografías. Impresionó en el parisino Folies Bergère por la forma en que ondulaba los cientos de metros de seda de su atuendo y por la transparencia de éste, sin un corsé que cubriera su cuerpo. Los velos que ella manipulaba a través de varas que prologaban sus brazos, expandían su propio cuerpo y creaban una figuras evanescentes y traslúcidas. Pionera de la danza contemporánea, combinaba performance y proyecciones de luz que creaban composiciones orgánicas.
La película “Danza serpentina”, proyectada en la mítica Galería Aural de la ciudad de Alicante, inmortalizó cinematográficamente lo que estaba causando un auténtico furor en la París de la Belle Époque. Junto a tus cuadros, que llevan un título basado en el nombre de este film. ¿Qué conexión real existe en tu trabajo con la “Danza serpentina” de los hermanos Lumier”?
J.C.N.: En realidad, no fue que la danza de Loïe Fuller me inspirara directamente para crear la serie que titulé Noir Serpentin. Más bien, se trató de una coincidencia. Cuando ya me encontraba plenamente inmerso en este proyecto, y antes de haberle puesto un título definitivo, descubrí durante una proyección de cine esta película rodada por los hermanos Lumière a finales del siglo XIX, Danse Serpentine, en la que aparece Loïe Fuller realizando su conocida danza.
En esa breve pero hipnótica filmación de apenas 42 segundos, los hermanos Lumière capturaron uno de los bailes más emblemáticos de Fuller. Ataviada con enormes trajes de seda blanca, en los que apenas se podía distinguir su cabeza, y con la ayuda de largas varas de bambú en sus manos, Fuller creaba formas dinámicas y orgánicas en perpetuo movimiento. Al contemplarlas, me fascinó la afinidad entre aquellas figuras ondulantes y las que yo mismo estaba desarrollando en mis obras. Posteriormente, al indagar un poco más sobre su trabajo, descubrí que esas formas ondulantes que generaba en su danza aludían a elementos de la naturaleza. La conexión con lo natural y con el movimiento me resultó especialmente significativa, son aspectos que están implícitos en mi propio trabajo.
¿Qué es la danza?
Movimiento.
¿Qué es Movimiento?
La expresión de una sensación.
¿Qué es Sensación?
El resultado que produce sobre el
cuerpo humano una impresión o
una idea que percibe el espíritu.
Loïe Fuller, Ma vie et la danse,
París, L’Oeil d’or, 2002, p. 47
F.M.A.: ¿Te preocupa conseguir una nueva dialéctica entre el espectador y la obra?
J.C.N.: Me gusta pensar que quien contempla alguna de mis obras lo hace sin prejuicios ni condicionantes. Al situarse delante de ella, no solo se enfrenta a una imagen estática, sino que es invitado a sentir la energía que plasmé sobre el lienzo, a percibirla y a conectar con esa sensación a través de su propia experiencia.
El arte es una manera de comunicar lo que las palabras no alcanzan a decir, emociones, ideas, sentimientos, etc. Creo que, a través del arte, los artistas no solo compartimos una experiencia visual, sino también nuestra esencia. Cuando el espectador se enfrenta a una obra, tiene la oportunidad de sentir esa conexión profunda con el artista, es como si algo acabara de suceder o estuviera a punto de hacerlo, quedando congelado en el tiempo, en suspenso.
F.M.A.: Gracias por compartir sus vivencias y reflexiones. Ahora el espectador debe sacar propias conclusiones y enfrentarse con una nueva mirada, en un cuerpo a cuerpo con tu obra.
Valencia, junio, 2025