«La línea que no cesa. Surcos que hacen mundo». Johanna Caplliure, 2021

Existe una imagen que desafía la finitud de todo límite. Una imagen que podría representar el universo, el trazo, la energía que todo mueve o la invención de un mundo. Se trata de la “línea creadora” o “línea de vida” que los pensadores Gilles Deleuze y Félix Guattari construyeron a través de sus palabras en Mille plateaux. Es decir, una línea de bifurcación incesante que se conduce sin interrumpirse llegando al pliegue de la meseta. Allí se halla el infinito. Desplegar, doblar, estirar, retirar. Mille plateaux responde a todos los paisajes del mundo. La forma fractal con la que determinan Deleuze y Guattari la línea de creación es la misma que suscita el impetuoso trazado de Juan Carlos Nadal (Alicante, 1966). Su inspiración retomaría la acción pictórica de ciertos miembros de la escuela de Nueva York en lo que se determinó, a mediados de los años cincuenta del pasado siglo XX, como expresionismo abstracto o pintura de “tipo americano”. Esta fue inscrita en la historia del arte por Clement Greenberg[1], entre algunos de los críticos garantes de esta manifestación, resaltando entre las características de definición una importante relación con la acción del artista y su gesto deliberado, su inclinación por el all over o su interés por las representaciones de los nativos originarios de los Estados Unidos como motivos evocadores. Así, mediante el empleo recurrente de trazos que permanecen grabados como las estrías en la corteza de un árbol o los surcos del discurrir del tiempo sobre la capa terrestre, en la vida natural del mundo – fuera de toda historia humana-, pero, también, en las representaciones codificadas de las primeras expresiones no escriturarias de nuestros ancestros, observamos ese linaje pictórico entre los estadounidenses y Nadal. Y, a pesar del estudio de estos elementos como parte de su formación académica, desarrollo artístico y aprendizaje simbólico -al mismo tiempo que intuitivo-, este se inclina por una tradición experiencial donde el proceso de los materiales, el trabajo en el estudio y la pulsión del momento desean concretarse como los rastros que permanecen indelebles en la naturaleza y no simplemente como un correlato de esta en el plano artístico. De esta manera, la propia naturaleza -inabarcable, desmedida, sublime y, en ocasiones, terrible- brinda a la mente del artista de un repertorio de figuras, matices y pliegues que desenvolver en sus obras. “Nous ne parlons pas d’autre chose: les multiplicités, les lignes, strates et segmentarités, lignes de fuite et intensités, les agencements machiniques et leurs différents types, les corps sans organes et leur construction, leur sélection, le plan de consistance, les unités de mesure dans chaque cas”[2]. De aquí que escala y proporción, en una tentativa de modulación, nos adviertan de la multiplicidad de las líneas de fuga y de los agenciamientos azarosos y sorpresivos que se nos ofrecen en esas figuras serpenteantes y pliegues ondulantes de las piezas del artista.

Solcs es el nombre del proyecto que Juan Carlos Nadal presenta para el Espai d’Art Contemporani, el Castell (E CA) de Riba-roja. En él la pintura y la escultura, de factura diferencial, inciden en la materialización de los procesos, en el registro del movimiento, en la evidencia de los accidentes geológicos que invocan energías subterráneas o fenómenos de la naturaleza que rescriben el paisaje, la orografía, y que, en esta ocasión, parecen ser preservados a través de la mano del artista. Toda la obra, producida entre 2020 y 2021 -salvo unos dibujos premonitorios de 2019 que conectan con su exposición anterior, Noir Serpentin (2018) en la galería Aural de Alicante-, nos colocan sobre la idea de línea como surco, como comienzo y como propio destino. Puesto que esta línea, como decíamos en palabras de Deleuze y Guattari, es fractal como las serpenteantes hendiduras en la pintura o los plegados del aluminio en las esculturas de Nadal. Pero, estas también nos evocan a la línea de la vida. Las líneas de las manos, “ma petite ligne de chance”- como tarareara Anna Karina en Pierrot le fou (1965) de Jean-Luc Godard-, marcan como surcos el camino de nuestro destino. No obstante, ni la quiromancia puede leer con exactitud cuál será nuestro porvenir, ni la geología estructural o geomorfología puede determinar el sendero que se revelará ante nuestros ojos en la lontananza. Entre azar y elección, entre cruce y línea recta, todo serpentea. Hay algo que resta en la multiplicidad del pliego donde los surcos son más profundos y al mismo tiempo cambiantes. La composición de escalas, como escamas que se superponen o incluso se atraviesan las unas a las otras en repetición, continúan con el movimiento de reconocimiento de una historia: la extracción de materia prístina que revela los estratos del paisaje y de la pintura. Unas líneas envían a las otras. Unas capas envuelven a otras. Parece que se arremolinan a instantes para no acabar de despegarse de la unión en lo múltiple. La línea de la vida. Discontinua, sinuosa y tortuosa. Pero, si en las obras no hay una historia narrativa como tal, en las sustracciones de capas en la pintura o en el desplegado de las esculturas sí permanece latente una inclinación por dotar de un nombre a estos registros a través de los títulos de las piezas. Estos son fundamentales. En ocasiones, algunos mostrándose impronunciables – véase Pahoeoe (2018), Svartifoss (2018) o Tehaupoo (2018) por tomar un ejemplo de trabajos anteriores- y que se convierten en un recurso constante, como una clave hacia un acercamiento al mundo más terrenal y matérico. Algunos hacen referencia al hecho pictórico, al pensar y actuar de la pintura: Crosshatch (2021) significa rayado en inglés y Finger Flutings (2021) es el movimiento del dedo acanalando o marcando la pintura, o los dibujos de la serie Gestures (2019) que evidencian el trazo que dibuja la acción del artista. Otros como Bolinkoba (2020) o Gorham (2020) apuntan a la vida de nuestros ancestros en época anterior a la historia. La cueva de Bolinkoba es un reconocido yacimiento arqueológico en Bizkaia, mientras la de Gorham, en el peñón de Gibraltar, señala el fin de los neandertales por el reemplazo de los humanos modernos. Ambos lugares recogerían muestras de esos gestos expresivos previos a la escritura y que conectarían directamente con ciertas formas de hacer pictóricas. En el caso de Bohai (2021) nos situaríamos ante una formación física del paisaje: el golfo de China en el mar Amarillo. Otros títulos, remiten a fenómenos de la naturaleza como el caso de Cos d’aigua (2021) donde explicita la noción referencial para las superficies acuosas de cierta extensión sobre la tierra. Seaglint (2020) son aquellos destellos que produce la luz, el sol o el brillo de la luna sobre el mar, un río, un lago o cualquier extensión de líquido transparente. O Meandres (2021) que alude a la sinuosidad de un río de la misma manera que la pieza Serpentiform (2021) o la serie de pinturas bajo el mismo nombre (2020-2021). Y, por últimos, Ones (2021) que representaría ese mismo movimiento de ondulación. No obstante, los títulos nos hacen saltar de lo simbólico a lo críptico como una presencia permanente en su obra; solo explicitándose una forma sensorialista en el terreno material de las piezas. El poder evocador de los nombres presenta los trabajos enroscados en sí mismos. Estos no acaban de desvelar las obras. Estos animan a nuestra imaginación para que transite por los diferentes senderos que dibuja la línea de creación.

[1] Greenberg escribió el ensayo titulado “American-Type Painting” en el año 1955 donde presentaba un recorrido por los orígenes, los artistas, las obras y las formas de proceder de cada uno de ellos. Este documento se constituyó como el texto capital que rendiría cuenta sobre el expresionismo abstracto.
[2] “No estamos hablando de otra cosa: multiplicidades, líneas, estratos y segmentaridades, líneas de fuga e intensidades, agenciamientos maquínicos y sus diferentes tipos, cuerpos sin órganos y su construcción, su selección, el plano de consistencia, las unidades de medida en cada caso».

Deleuze, G., y Guattari, F., Mille Plateaux, Les Éditions de Minuit, 1980, p.p- 10-11.