«Un damerograma en el espacio». Pedro Nuño De La Rosa, 2005.

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La pintura lleva tantos años agonizando que –hoy por mañana-, goza de una estupenda y hasta atroz salud por su rebosante resistencia a cualquier tipo de desgaste histórico. Nunca hubo tantos artistas, competencia, modos y maneras de crear y facturar como ahora. Y cuando digo pintura, digo ahora, y cuando digo ahora y escribo Arte, que no arte, estoy pensando en el óleo, el acrílico, el grabado, el pincel y la espátula, la imagen y el icono como utilísimas referencias y herramientas con una larga tradición, pero ya no únicas, sino iguales entre sus complementarias de la fotografía, reproducción seriada, video-instalación, la perfomance, sofware, o cualquier tipo de expresión de lo que antiguamente se llamaba pintor, no hace mucho artista plástico y en la actualidad mediador de percepciones capaces de provocar sensaciones visuales del intelecto.

Nadal, el artista que hoy exhibe la galería Maliarka, es todo eso que el segmento y la polisemia del morfema –adverbio ya, representa al mediador categorizado como autor creativo capaz de ensamblar su sólida formación universitaria (conocimiento y manejo) con la especulación del investigador de unas realidades, contraposiciones, y espacios non-finitos dispuestos en su obra para llevarnos a una reflexión sobre la complementariedad de un damerograma inacabado donde la idea plástica sustituye a la palabra; o dicho de otra manera que, y por cierto, no tiene nada de contradictoria: a la estructuración del caos y, por ende, el cambio de los acostumbrados paradigmas estéticos. Figuración y Abstracción, Marcoussis y Duchamp, Malevich y Guston, Heidegger y Haberlas, y así toda una extendida simultánea de ajedrez binario caben en el formulario de Nadal. Sus figuras tachadas e impresionantes de antaño con toda una explícita carga de compromiso e ironía sobre la represión del hombre sobre el hombre en blanco y negro, dieron paso a los intensos planos en tonalidades casi monocromáticas y absolutamente geométricos, cuyas intersecciones eran las líneas del vacío  como componente articulatorio de la propia superficie pintada.

En un ahora, que es nuevo, las figuras-trazos de Nadal se cuelan desde el vacio suprematista para resurgir a la superficie estableciendo un diálogo sin concesiones al espectador entre la plástica pura y la metáfora humana.