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Entrevista al artista Juan Carlos NADAL. Felisa Martínez, 2025

¿Qué mejor forma de entender la obra de Juan Carlos Nadal, que nos explique el propio artista el proceso creativo de sus piezas?

F.M.A.: Queremos entender tu forma de enfrentarte a la obra de arte, de entender su mirada. Por eso, cerremos primero la cuestión ¿Qué es para ti el arte?

 J.C.N.: El arte es una forma de expresión cultural y simbólica que lleva implícita el ser humano desde nuestra más remota antigüedad. A lo largo de mucho tiempo, los seres humanos fuimos capaces de transmitir y comprender creencias, símbolos y códigos a través del arte. Aquellas expresiones de épocas remotas no eran simplemente decorativas, hoy sabemos con certeza que se trata de un lenguaje cargado de simbolismo. Sin embargo, con el paso del tiempo, hemos perdido la clave para poder descifrarlas.

En algún momento de nuestra historia, sufrimos una especie de amnesia cultural, olvidando el significado real de muchos de esos signos y su propósito original. Aun así, pervive en nosotros una pulsión irreprimible por seguir creando, de representar tanto el mundo que nos rodea como nuestro mundo interior. Aunque hayamos olvidado los códigos precisos que permitirían comprender el mensaje de nuestros antepasados, la necesidad de expresarnos a través del arte permanece intacta, como una herencia ancestral que habita en lo más profundo de nuestra naturaleza y que forma parte de lo que nos hace humanos.

Por eso creo que el arte nos conecta a través de una expresión ancestral que sigue resonando en lo más profundo de nosotros, creando un vínculo entre el pasado remoto y el presente, y haciéndonos ver que ciertas emociones y experiencias trascienden el tiempo.

Por eso creo que el arte nos conecta de manera profunda, creando un vínculo entre el pasado remoto y el presente, y haciéndonos ver que ciertas emociones y experiencias trascienden el tiempo.

En lo referente a los aspectos formales, en mi caso es evidente que no pretendo una reproducción mimética de la realidad, ni tampoco la creación de una narrativa concreta. Tampoco busco un acabado técnico refinado, de hecho, me atrae lo contrario. Me interesa la espontaneidad y lo visceral del proceso creativo, dejar que las cosas surjan sin un plan preestablecido, permitiendo que mis manos y mi mente fluyan de manera libre. Así trato de mantener viva mi capacidad de asombro ante lo inesperado, favoreciendo lo impredecible y lo auténtico en cada obra.

Mi interés por nuestro pasado remoto me impulsa a explorar conceptos como lo primitivo y el automatismo en el proceso creativo, lo que se manifiesta en el uso de formas esquemáticas y una paleta cromática que evoca las pinturas rupestres, con el fin de eliminar lo superfluo y centrarme en lo fundamental.

Esta forma de entender el arte me conecta con un legado de nuestro pasado más remoto, cuyo verdadero significado original puede haberse perdido, pero sigue siendo un puente hacia nuestra esencia más profunda. Siento que mi manera de entender el arte me conecta con nuestros ancestros, con algo que todos llevamos dentro.

En definitiva, es para mí una necesidad vital, una manera profunda de estar en el mundo, de comprenderlo y de dejar huella de nuestro paso por él.

 

F.M.A.: ¿Cuál crees que es la gran controversia entre la pintura más reciente y la vieja pintura?

J.C.N.: Actualmente vivimos un momento de grandes cambios. Antes, el acceso a la información era muy limitado, pero actualmente, gracias a internet y a las redes sociales, podemos conocer el trabajo de cualquier artista de manera inmediata. Esto rompe claramente las barreras físicas y geográficas. Como consecuencia, las diferencias y particularidades vinculadas al lugar de origen de los artistas tienden a diluirse.

Otro aspecto que nos distingue de nuestros antepasados es la convivencia de múltiples disciplinas y conceptos, lo que da lugar a una multidisciplinariedad inédita en la historia. Este panorama ha generado un contexto diverso, rico y, al mismo tiempo, complejo. Por ello, cuando visitamos un museo de arte contemporáneo, es esencial acudir con una mentalidad abierta y dispuestos a encontrarnos con todo tipo de discursos. Esta actitud nos permite vivir una experiencia profundamente enriquecedora.

En cuanto a la pintura, en particular, actualmente no existe un lenguaje pictórico dominante en el panorama internacional; coexisten diversos enfoques y conceptos. Además, gracias a los avances tecnológicos, anteriormente mencionados, los artistas tenemos a nuestra disposición una amplia gama de materiales que antes no existían, lo que condiciona de manera excepcional los trabajos que podemos encontrar hoy en día.

 

F.M.A.: ¿Qué preocupaciones han marcado a tu generación desde el punto de vista artístico?

J.C.N.: Como mencioné anteriormente, mi generación se caracteriza por una gran diversidad de discursos, tanto plásticos como conceptuales, lo que hace que no haya una inquietud dominante que sobresalga por encima de las demás. Más bien, resulta más adecuado hablar de una pluralidad de intereses y enfoques que coexisten de manera simultánea y enriquecedora.

Uno de los aspectos que más destacaría es la constante interacción entre la tecnología y el arte, que ha dado lugar a nuevas formas de expresión y creación antes impensables, y no me refiero únicamente a una obra tecnológica, sino también a los medios que hoy tenemos a disposición para crear obras “tradicionales” con medios actuales. Un buen ejemplo es la pintura, que hoy en día cuenta con una amplia variedad de productos y herramientas que nos ofrecen nuevas posibilidades para la experimentación.

En resumen, mi generación está marcada por inquietudes y conceptos que se manifiestan a través de una diversidad de enfoques artísticos, ya sea en la pintura, la escultura, el vídeo, la instalación o incluso en la hibridación de varias disciplinas. Esta multiplicidad de lenguajes es, sin duda, uno de los grandes logros de nuestra época.

 

F.M.A.: ¿Es relevante para un artista construir un estilo personal partiendo del pasado?

J.C.N.: Considero que es inevitable tener presente nuestro bagaje artístico del pasado. Por eso, aunque sea de manera inconsciente, este se filtra en nuestro trabajo. Las influencias heredadas deben formar parte de nuestro proceso creativo, pero transformándose en algo personal y adaptado a nuestro tiempo.

Me esfuerzo por mantener una ética profesional que me impulse a realizar un trabajo genuino, con el que identificarme y que esté comprometido con mis propias pulsiones e inquietudes. Con esto no solo me refiero al evitar parecerme a lo que ya se ha hecho, sino también comprometerme a hacer un trabajo que sea fiel a mis intereses y a mi manera personal de entender el arte. Este proceso de investigación no se limita solo a la búsqueda de una apariencia estética, sino también a dotar a la obra de una carga emocional, conceptual y personal, fruto de una investigación que surge de mis preocupaciones y experiencias.

Más allá de buscar lo inédito como un fin, para mí, lo importante es encontrar el modo de hacer un trabajo auténtico, que me identifique y me distinga. Un estilo propio que nazca de mis preocupaciones personales.

 

F.M.A.: ¿De qué modo te ha influido la historia de la pintura?

J.C.N.: Vivimos en una época en la que conviven todo tipo de disciplinas, tanto a nivel formal como conceptual. Sin embargo, uno de los factores más determinantes que nos afecta hoy en día es la sobreinformación. En un mundo globalizado como el actual, donde tenemos acceso inmediato a lo que se está creando en cualquier rincón del planeta, creo que cuanto más selectivos seamos con la información que consumimos, más preservaremos nuestra autenticidad creativa.

En cuanto a la influencia de la historia de la pintura, es evidente que todos los artistas estamos influenciados, en mayor o menor medida por las corrientes y artistas que nos han precedido. Pero lo verdaderamente importante está en cómo cada uno procesa esas influencias. Lo importante es lograr mantener una mirada propia y auténtica que nos diferencie de los demás y nos haga reconocibles en nuestra singularidad.

No podemos vivir aislados del mundo, pero también pienso que es mucho más saludable compartir experiencias y conocimientos con artistas cercanos de una manera directa, con los que podamos establecer vínculos reales de una forma natural. Este tipo de interacción favorece un intercambio auténtico, que considero esencial para el desarrollo de nuestra práctica artística. En este sentido, quiero mencionar a alguien que ha sido y sigue siendo una persona crucial en mi trayectoria: mi gran amigo y maestro Sanleón, a quien admiro profundamente por su talla artística y personal.

 

F.M.A.: ¿Hasta qué punto se puede ser un artista libre?

J.C.N.: Defiendo la autonomía de mis creaciones, quiero que la obra sea libre y no esté sujeta a un mensaje o interpretación único. No tengo ninguna finalidad concreta ni creo que deba cumplir una función específica o responder a un propósito concreto.

Sin embargo, si la pregunta va dirigida hacia lo que me impulsa a hacer lo que hago, entonces sí existen preocupaciones de carácter formal. Me interesa, sobre todo explorar y profundizar en las posibilidades espaciales de la pintura. Partiendo de ella, busco expandir sus límites más allá del lienzo, tratando de trascender su naturaleza bidimensional.

El traslado de mis trabajos pictóricos a otros medios responde a este interés y se manifiesta claramente cuando se convierten en esculturas, rompiendo literalmente el plano para ocupar el espacio real. Pero incluso dentro del formato tradicional de la pintura, trato de superar esas fronteras mediante recursos visuales que sugieren volumen, profundidad y movimiento. De una manera u otra, ya sea físicamente o de manera ilusoria, siempre busco ir más allá de las limitaciones del cuadro tradicional.

Pienso, y soy consciente de que esto puede generar cierto debate, que cuando una obra intenta transmitir un mensaje demasiado evidente o tiene una finalidad muy concreta, pierde la capacidad de conectar con el espectador de una manera profunda, limitando de esa manera la experiencia emocional del que la contempla. Sin embargo, si la obra se mantiene abierta, tiene la posibilidad de conectar de maneras muy distintas en cada persona.

 

F.M.A.: Hay quien sostiene que tu obra es muy difícil de encuadrar en un estilo concreto ¿Eres consciente de ello?

J.C.N.: No, la verdad es que no soy muy consciente, ni es algo que me preocupe demasiado. Considero que encasillar una obra en un estilo específico puede limitar su potencial, aunque entiendo que los historiadores y críticos de arte necesiten clasificar por estilos el trabajo de los artistas para facilitarles su tarea.

Vivimos en un momento muy ecléctico, donde debe de resultar muy complicado realizar este tipo de clasificaciones. En este sentido, mi interés se centra en crear una obra que me identifique de manera particular, sin tener que ajustarme a ninguna categoría en concreto.

Los ‘ismos’ artísticos fueron útiles en su momento, cuando no existía la globalización y los artistas trabajaban de forma más conjunta, influyéndose mutuamente. Pero actualmente, en un mundo marcado por el individualismo y la globalización, esa lógica ya no funciona igual.

 

F.M.A.: Un valor que considero muy importante en la evolución de tu pintura es la trasposición espacial que ha ido configurando la plataforma conceptual. ¿Qué opinas al respecto?

J.C.N.: Siempre me ha interesado la idea de generar la sensación de volumen en la pintura, siendo una preocupación constante a lo largo de toda mi trayectoria. En este sentido, las piezas escultóricas que he desarrollado en los últimos años comenzaron a tomar forma en 2009, con la escultura titulada Kanagawa, en referencia a «La gran ola de Kanagawa» de Hokusai. Esta obra marcó un punto de inflexión, pues fue fruto de mis inquietudes pictóricas, las cuales me impulsaron a adentrarme en el ámbito escultórico mediante la utilización del metal como materia prima.

En consecuencia, mi práctica pictórica se ha expandido de manera natural hacia otras disciplinas, como la escultura, y en alguna ocasión más esporádica la instalación o el vídeo, como los que muestro en la Fundación Bancaja. De este modo, actualmente mi pintura se adentra en un campo expandido, convirtiéndose en espacial y volumétrica, coexistiendo con las pinturas bidimensionales y estableciendo un diálogo enriquecedor entre ambos lenguajes. Este enfoque multidisciplinar no solo enriquece mi práctica artística, sino que también ofrece al espectador una experiencia más inmersiva.

En esta exposición se puede apreciar cómo ambas disciplinas, la pintura y la escultura, interactúan y se complementan, generando un vínculo que amplía y profundiza el sentido conceptual de mi trabajo.

 

F.M.A.: Sin embargo, entras en la Facultad de Bellas Artes en el año 1985 y parece que desde el principio decides estudiar el movimiento. ¿Esa aproximación era más conceptual o instintiva?

J.C.N.: El interés por el movimiento no surgió de manera inmediata, sino que fue algo paulatino, algo que se fue desarrollando con el tiempo a medida que mi trabajo iba evolucionando. Lo que sí que he mantenido desde el principio ha sido la idea de crear la sensación de espacio y la multidisciplinariedad de recursos. Quizás esa búsqueda por generar una espacialidad fue lo que me llevó a introducir la idea de movimiento en mi obra.

En mis trabajos tempranos, utilicé imágenes fotográficas, bien en formato tradicional o mediante la serigrafía, técnicas asociadas a la producción en serie.

Lo que me interesaba no era tanto la obra seriada, sino utilizar estos recursos como medios sobre el que intervenir pictóricamente e incorporar materiales propios de la escultura, como acero, madera o cristal. Así, el movimiento y la espacialidad fueron apareciendo gradualmente.

Poco después, me adentré en la realización de piezas con carácter instalativo o escultórico, pero siempre en diálogo con las obras de pared, siendo una constante en mi trabajo hasta la actualidad.

A partir de 2003, di un giro a mi trabajo y comencé a crear obras pictóricas dejando atrás la imagen figurativa y los ensamblajes, pero manteniendo la impronta pictórica de mis primeros trabajos. En este sentido, he de decir, que todas las transiciones que se han dado a lo largo de mi trayectoria, más que una ruptura, han sido una evolución natural del trabajo, donde cada etapa se nutre de la anterior.

Durante este período, coexistían elementos geométricos y gestuales, pero a medida que iba evolucionando, la parte orgánica y gestual fue ganando protagonismo hasta imponerse. Esto hizo que el movimiento se incorporara de forma significativa en mi obra, convirtiéndose en un aspecto más allá de lo puramente formal.

 

F.M. A.: Las ondulaciones y surcos, tan empleados como recurso plástico en tu trabajo aluden a la estructura orgánica e inorgánica de los diferentes elementos naturales en constante transformación. Tu obra remite a la fenomenología del paisaje y de la naturaleza, a lo primigenio de la humanidad. ¿Ese desarrollo formal arranca de la propia observación de la naturaleza,

J.C.N.: En mi proceso creativo, las reflexiones conceptuales suelen aparecer como consecuencia del trabajo realizado una vez lo doy por acabado. Inicialmente, me guío fundamentalmente por la intuición, sin que lo racional intervenga de forma deliberada. Es a posteriori, al contemplar lo realizado, cuando la obra comienza a evocarme imágenes, ideas o fenómenos que generalmente aluden a la naturaleza.

Esto despierta en mí una curiosidad que me lleva a querer comprender más allá de lo visible. Es así como aspectos que no se encuentren de una manera explícita en la obra, se conectan con ella de alguna forma. Es entonces cuando surgen las preguntas de orden teórico o filosófico, como una forma de profundizar en aquello que la pieza ha revelado de manera intuitiva. En este sentido, concibo el arte como una forma de expresión que, más que ofrecer respuestas, suscita interrogantes; activando espacios de reflexión donde lo emocional y lo conceptual conviven, abriendo de esta manera, múltiples caminos de interpretación.

El desarrollo conceptual y formal de mi trabajo ha evolucionado a medida que he profundizado en las posibilidades espaciales de la pintura, un proceso que ha estado influenciado por mi observación y apreciación del paisaje. Elementos como el movimiento, el tiempo o las huellas que dejamos como testimonio de nuestra existencia se han convertido en constantes en mi obra. Mi objetivo es crear una experiencia que no solo sea visual, sino también emocional, fomentando una mayor conciencia sobre nuestro papel en el entorno que habitamos.

Las ondulaciones y surcos que surgen de ese movimiento aluden a la estructura orgánica de la naturaleza. El gesto pictórico captura la esencia del acto de pintar como un instante congelado en el tiempo, reflejando la emoción y energía del momento, y convirtiéndose así en un registro tangible de esa experiencia vivida.

Para reforzar aún más esta conexión, los títulos que asigno a cada pieza desempeñan un papel fundamental. Me interesa que tengan un sentido evocador, aludiendo en la mayoría de los casos a la naturaleza y sus movimientos, aportando así un componente poético que enriquezca la obra más allá de lo meramente descriptivo.

En ocasiones, al abordar una obra de manera espontánea, sin un estudio previo, el título surge como resultado de un recuerdo o inspiración nacida en el mismo momento de la creación, y en otras ocasiones, a posteriori. De esta manera, pretendo generar una conexión más auténtica entre la obra y el espectador, facilitando una experiencia más inmersiva y significativa.

 

F.M.A.: Llevamos muchos años alterando negativamente nuestro entorno, destruyendo bosques, pastos, construyendo ciudades que han ido degradando el medio natural. Queda claro que nuestro impacto afecta a todo el planeta y no de forma positiva. ¿Es esta reflexión importante en tu trabajo?

J.C.N.: Quienes vivimos en Valencia, -y especialmente en las zonas más afectadas, como es mi caso, al tener el taller en una de ellas- hemos experimentado de primera mano las consecuencias del impacto de la actividad humana sobre la naturaleza. Es una realidad imposible de ignorar y de negar.

Muchos artistas contemporáneos recurren a discursos explícitos relacionados con acontecimientos de este tipo, propios de una época marcada por cambios acelerados y, a menudo, desconcertantes, como los relacionados con el cambio climático. A través de este enfoque directo, buscan concienciar y provocar una reflexión crítica sobre el efecto que nuestras acciones tienen en el entorno natural.

En mi caso, estas preocupaciones se manifiestan de una forma más evocadora. Prefiero que las obras transmitan sensaciones o ideas que, aunque no sean explícitas, aluden a esta problemática desde una perspectiva más poética y abierta a la interpretación.

 

F.M.A.: Entrando en lo que es propiamente la exposición de Bancaja ¿Por qué el título “Cos d’aigua”?

J.C.N.: El título “Cos d’aigua”, cuerpo de agua, surge del término empleado para designar cualquier extensión de agua que se encuentre en la superficie terrestre, ya sea natural   -como lagos, ríos o mares- o artificial, como pueden ser los embalses.  Pero más allá de esta definición geográfica, lo que me atrajo de este término es su carga simbólica.

En este sentido, me parece interesante la dualidad existente en esta expresión. Por un lado, la palabra “cos” (cuerpo) alude a algo estático con forma y volumen, mientras que, por otro lado, el agua representa lo contrario, lo fluido, lo cambiante en constante movimiento. Esta tensión entre lo sólido y lo líquido, entre lo racional y lo emocional, está presente en mis trabajos, y se hace más evidente en la escultura, donde la utilización del metal al ser sometido a procesos de curvatura, evocan el movimiento, el fluir del agua y el dinamismo del gesto pictórico. De esta manera, cada pieza se convierte en un lugar de encuentro entre contrarios.

Además, otro aspecto que me parece muy sugerente en este título, y que le confiere un aspecto más poético, es que puede interpretarse como una fusión entre lo humano y lo natural, entre el ser humano y el paisaje.

 

F.M.A.: La última obra de la exposición, desde el punto de vista cronológico, es un video titulado “Posidonia” ¿Por qué te interesa este ejemplar de la naturaleza?

J.C.N.: La Posidonia, encarna la noción de un tiempo primitivo, un concepto que también introduzco en mis obras al yuxtaponer lo efímero y lo eterno. En una visita a la isla de Tabarca el verano de 2023, pude contemplar y disfrutar de las enormes praderas de esta planta que existen en esta zona. A través del movimiento pausado de este vídeo, busco enfatizar esta idea de un tiempo suspendido, ofreciendo al espectador una experiencia contemplativa y relajante.

En alusión a la extraordinaria capacidad de esta planta para producir oxígeno, he incorporado el sonido de nuestra propia respiración bajo del agua, invitando al espectador a sumergirse en un estado de meditación. Es una pausa, un suspiro que nos permite reconectar con lo natural y lo esencial.

La obra también invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y el paso del tiempo, mostrando la interacción entre lo orgánico y lo fluido, el movimiento y la quietud, lo primitivo y lo visceral. Estos conceptos, presentes tanto en mi trabajo pictórico como escultórico, se entrelazan para ofrecer una experiencia sensorial que despierta una conciencia más profunda sobre la continuidad y fragilidad de lo natural, así como el impacto de nuestras acciones en el entorno.

 

F.M.A.: Tu práctica artística está llena de expresividad, ¿se podría relacionar con el movimiento del cuerpo humano?

J.C.N.: En mi práctica artística, el gesto ha sido un aspecto constante a lo largo de las diversas series que he trabajado desde el inicio. Lo entiendo como la representación de la inmediatez, un registro del momento mismo de la ejecución, un reflejo de una pulsión interna. En este sentido, lo que busco es humanizar tanto la pintura como la escultura, y es quizás en esta última disciplina donde esa intención sea más complicado de llevar a la práctica. En ésta, suele ser habitual que el proceso sea más controlado y estudiado, pero yo lo enfoco de manera contraria, buscando que el trabajo sea dinámico y abierto a la libertad, al error y al azar. De esta manera, me acerco al proceso de la pintura, donde, en definitiva, trato de humanizar la obra, dejando que mi huella quede reflejada de una manera visceral.

Efectivamente, mi práctica artística, al estar cargada de expresividad, está estrechamente ligada al movimiento del cuerpo, jugando este un papel fundamental en la creación. Considero que el lienzo no es solo un soporte físico, sino un contenedor de energía, que se transfiere a través del movimiento de mi cuerpo. No se trata únicamente de un instrumento que ejecuta acciones, sino de un transmisor de estados internos, un vehículo que materializa esa energía sobre la obra.

En resumen, mi obra podría entenderse como una extensión de mi cuerpo, una representación de la energía que surge de mí en el momento de creación, y que permanece en el lienzo como una huella viva de lo humano.

 

F.M.A.: Al entrar en la sala de exposiciones de la Fundación Bancaja, lo primero que llama nuestra atención es una filmación antigua realizada en 1898 por los hermanos Auguste Marie y Louis Nicolas Lumière, famosos mundialmente por ser inventores del cinematógrafo. Trabajaron obsesivamente por filmar el movimiento, eligieron a la bailarina estadounidense LoÏe Fuller para realizar sus primeras películas. La diva y coreógrafa se movía en el escenario creando efectos plásticos de sus escenografías. Impresionó en el parisino Folies Bergère por la forma en que ondulaba los cientos de metros de seda de su atuendo y por la transparencia de éste, sin un corsé que cubriera su cuerpo. Los velos que ella manipulaba a través de varas que prologaban sus brazos, expandían su propio cuerpo y creaban una figuras evanescentes y traslúcidas. Pionera de la danza contemporánea, combinaba performance y proyecciones de luz que creaban composiciones orgánicas.

 La película “Danza serpentina”, proyectada en la mítica Galería Aural de la ciudad de Alicante, inmortalizó cinematográficamente lo que estaba causando un auténtico furor en la París de la Belle Époque. Junto a tus cuadros, que llevan un título basado en el nombre de este film. ¿Qué conexión real existe en tu trabajo con la “Danza serpentina” de los hermanos Lumier”?

J.C.N.: En realidad, no fue que la danza de Loïe Fuller me inspirara directamente para crear la serie que titulé Noir Serpentin. Más bien, se trató de una coincidencia. Cuando ya me encontraba plenamente inmerso en este proyecto, y antes de haberle puesto un título definitivo, descubrí durante una proyección de cine esta película rodada por los hermanos Lumière a finales del siglo XIX, Danse Serpentine, en la que aparece Loïe Fuller realizando su conocida danza.

En esa breve pero hipnótica filmación de apenas 42 segundos, los hermanos Lumière capturaron uno de los bailes más emblemáticos de Fuller. Ataviada con enormes trajes de seda blanca, en los que apenas se podía distinguir su cabeza, y con la ayuda de largas varas de bambú en sus manos, Fuller creaba formas dinámicas y orgánicas en perpetuo movimiento. Al contemplarlas, me fascinó la afinidad entre aquellas figuras ondulantes y las que yo mismo estaba desarrollando en mis obras. Posteriormente, al indagar un poco más sobre su trabajo, descubrí que esas formas ondulantes que generaba en su danza aludían a elementos de la naturaleza. La conexión con lo natural y con el movimiento me resultó especialmente significativa, son aspectos que están implícitos en mi propio trabajo.

¿Qué es la danza?

Movimiento.

¿Qué es Movimiento?

La expresión de una sensación.

¿Qué es Sensación?

El resultado que produce sobre el

cuerpo humano una impresión o

una idea que percibe el espíritu.

 

Loïe Fuller, Ma vie et la danse,

París, L’Oeil d’or, 2002, p. 47

 

F.M.A.: ¿Te preocupa conseguir una nueva dialéctica entre el espectador y la obra?

J.C.N.: Me gusta pensar que quien contempla alguna de mis obras lo hace sin prejuicios ni condicionantes. Al situarse delante de ella, no solo se enfrenta a una imagen estática, sino que es invitado a sentir la energía que plasmé sobre el lienzo, a percibirla y a conectar con esa sensación a través de su propia experiencia.

El arte es una manera de comunicar lo que las palabras no alcanzan a decir, emociones, ideas, sentimientos, etc. Creo que, a través del arte, los artistas no solo compartimos una experiencia visual, sino también nuestra esencia. Cuando el espectador se enfrenta a una obra, tiene la oportunidad de sentir esa conexión profunda con el artista, es como si algo acabara de suceder o estuviera a punto de hacerlo, quedando congelado en el tiempo, en suspenso.

 

F.M.A.: Gracias por compartir sus vivencias y reflexiones. Ahora el espectador debe sacar propias conclusiones y enfrentarse con una nueva mirada, en un cuerpo a cuerpo con tu obra.

 

Valencia, junio, 2025

Revista digital «Loblanc». Entrevista realizada por Juanjo Corvetto, 2018.

Pregunta: Hace cinco años que no sabíamos de ti en Alicante. Desde 2013 con tus exposiciones QUIFU en Galería Aural o BASSO CONTINUO en Las Cigarreras. ¿Qué queda de aquello, qué hay de nuevo en ti?

Respuesta: Realmente no hay una ruptura si no una evolución. Empleo recursos similares con la actual serie que inicié en 2017 pero con novedades desarrolladas que es casi una necesidad para el sector galerista que necesita lo último, no tanto en los museos públicos. La serie actual la estoy exponiendo de forma colectiva en una galería de Barcelona, 3 Punts.

P: Como a tus ojos el arte provoca sensaciones, ¿tú crees que Nadal ofrece nuevas pautas al espectador-a para evocar, imaginar y luego al final pensar o eres de naturaleza estática que le da relevancia a la estética como razón fundamental del hecho creado?

R: Me interesa provocar en el espectador. Elimino lo anecdótico y una clave para entender la evolución es ésta, porque me quedo con lo esencial del cromatismo, la composición y los recursos plásticos.

P: Te definen como un artista que ofrece un testimonio pictórico que se adentra en el abismo de nuestra época. Entonces va a ser también que eres foto-arte-periodista o no va por ahí esa dimensión de comunicación.

R: No plasmo la realidad de forma explícita. La realidad plástica mía sí porque estoy en el contexto contemporáneo y ese sentimiento, por tanto, es inevitable. Dicen que hago una obra muy actual, el Action Painting de los 50 o me uno a las últimas tendencias actuales. A los artistas nos cuesta volver a contar, después de crearlo, nuestro trabajo al menos desde la perspectiva teórica por esencialmente soy un provocador de sensibilidades o emociones.

P: Muy interesante, además de coherente, tu experimentación sobre conceptos como el tiempo y el movimiento, aspectos que dicen que proyectas en tu obra pictórica y escultórica.  ¿Cuál es tu relación por tanto con el tiempo y el movimiento?

R: El factor del tiempo es importante porque deseo ligar la producción al momento exacto que se realiza, dándole más importancia al proceso que al resultado. Un instante congelado de vida que vuelve a la vida a través del espectador.

El movimiento forma parte del momento que estamos viviendo, casi convulsivo, por lo que intento captar esa esencia, congelando también ese momento que se plasma en cada gesto, pliegue o curva.

P: Vienen a decir que tienes una obra muy intuitiva que navega también entre el control / descontrol, luz/oscuridad y sobre la que dejas una cierta influencia al azar. ¿Sobre estos pilares podemos encontrar a NADAL hoy?

R: Es un trabajo, el mío, con alto componente intuitivo Cuando comienzo una obra no sé cómo va a ser el resultado final, por tanto, esa incertidumbre me motiva. No soy de bocetos en una concepción a priori, pero eso lo compenso con la experiencia que me permite controlar los elementos previamente.

P: El naming en tu obra es una seña de identidad. Te apropias de las lenguas escandinavas, que son lenguas de grandes matices, por ejemplo, a los hechos atmosféricos y las utilizas para darle nombre también a tu trabajo.

R: Para los títulos me gusta encontrarlos con una cierta sonoridad y poco evidentes, pero en cualquier caso le doy a este tema la justa importancia, pero además también a mi obra la veo siempre con título, como anticipo de lo que vas a encontrar.

La denominación Noir Serpentin, se inspira en la fascinación de la bailarina Loie Fuller, pionera de la danza moderna que la revolucionó a finales del siglo XIX, Tras ver su trabajo en los documentales de ella filmados por los hermanos Lumière en 1896 lo conecté directamente con mi actual exposición en Alicante dado que era un  baile de formas orgánicas que me remitía a mi propio trabajo.

P: Pareces tener buena tu relación con el sector público del arte.

R: La verdad es que los intermediarios privados del sector del arte me han introducido adecuadamente en esta esfera. Mi participación en distintas exposiciones o convocatorias-concursos de arte me ha permitido que el sector público comprara obra propia.

P: La obra ONA fue una acción para el espacio público que ahora forma parte de la ciudad de Alicante, como tal.

R: Esta iniciativa se fraguó dentro de un programa de intervenciones públicas desde el arte ne 2015. A mí me permitieron escoger el espacio, el Túnel bajo las escaleras del IES Jorge Juan de Alicante. La instalación de esta escultura pública me parecía muy interesante por ser el lugar una especie de túnel donde los viandantes pasan por debajo. Mi obra emula un rompeolas, en color azul por tanto. Me pareció una experiencia interesante donde hay factores donde tienes que equilibrar cuáles son tus aspiraciones con las expectativas y necesidades de la ciudadanía. Esta iniciativa tenía implícitamente una función revitalizadora. Este tipo de arte tiene la obligación de transformar y de integrarse en el espacio urbano / social.

Vestigios

Posidonia, 2024. Video (fragment)

La Posidonia, encarna la noción de un tiempo primitivo. A través de un movimiento pausado, busco enfatizar esta idea de un tiempo suspendido, ofreciendo al espectador una experiencia contemplativa y relajante. En alusión a la extraordinaria capacidad de esta planta para producir oxígeno, he incorporado el sonido de nuestra propia respiración bajo del agua, invitando a reconectar con lo natural. La obra también es una reflexión sobre nuestra relación con la naturaleza y el paso del tiempo, mostrando la interacción entre lo orgánico y lo fluido, el movimiento y la quietud. Estos conceptos se entrelazan para ofrecer una experiencia sensorial que despierte una conciencia sobre la continuidad y fragilidad de lo natural, así como el impacto que nuestras acciones tienen en nuestro entorno.

Revista de artes visuales y cultura contemporánea «Makma». Entrevista realizada por Salva Torres, 2021

1- Surco viene del latín surcos, que significa la huella que deja el arado al tirar de él. También la arruga en la cara o en cualquier parte del cuerpo. ¿En tu obra tratas de ligar la naturaleza exterior, la tierra, con la propia naturaleza de los sujetos igualmente sometidos a las huellas que va dejando el paso del tiempo?

Las ondulaciones y surcos que utilizo como recurso plástico, aluden a la estructura orgánica y en constante movimiento que podemos encontrar en la naturaleza. Para reforzar esta idea, utilizo títulos que remiten a aspectos relacionados con la fenomenología del paisaje.

Al trabajar de una manera espontánea e inmediata, lo que trato es de atrapar la impronta del momento, permitiéndome vincular el resultado con el instante de la acción. Podría decirse que se trata de un instante congelado del movimiento. De este modo, además de conceptos espaciales y matéricos, introduzco la idea de tiempo en mi obra.

2- Decía Antonio Machado que para qué llamar caminos a los surcos del azar. ¿Cuánto hay de azar en tu obra?

El verso de Machado hace referencia a los exiliados que se vieron forzados a abandonar su tierra, teniendo que escoger caminos al azar, sin saber muy bien donde les llevarían.

Durante el proceso creativo, entro en un estado de concentración donde focalizo toda mi atención en la obra que voy a realizar. En este momento, una parte de mi mente está consciente, pero cuando surge la parte inconsciente, el azar cobra mayor protagonismo. Es una especie de lucha constante entre dejarse llevar, perder el control y volverlo a recuperar.

3- Surco también deriva en surcar, yendo de la tierra al mar. ¿Te interesa más, por seguir de nuevo a Machado, el camino que se hace al andar, al surcar, la superficie del lienzo, que el camino en sí?

Mi pintura tiene un carácter performativo, en el que lo importante no es solamente el resultado final, sino el proceso de ejecución. Es decir, que la gestualidad del trazo y la expresividad forman parte de la obra. La forma se genera durante el proceso, registrando los movimientos en el mismo instante de la acción, impregnando la superficie del lienzo de rastros e incisiones, y que en cierto modo evocan la idea de camino.

4- Dices entender el lienzo como un campo de energía. ¿A qué te refieres?

Tengo una manera de trabajar muy intuitiva y física, dejo que fluyan las ideas a medida que avanzo en el proceso, en una especie de acto de liberación pulsional. De este modo, la relación entre lo corporal y la superficie adquiere vital importancia. Así pues, el lienzo se convierte en un campo de energía y en un registro de mi propia presencia.

5- Te interesa fundamentalmente la fisicidad de la pintura, el cuerpo a cuerpo con ella. ¿Es una pugna por expresar las emociones humanas más elementales o es un combate de otra índole?

Como bien dices, mi interés se centra en representar el movimiento que desprende mi cuerpo durante la acción. En un sentido antropológico, entiendo el proceso creativo como una forma pura de expresión y el acto de pintar como un comportamiento inherente al ser humano, en su afán por dejar huella de su paso por el mundo. En este sentido, se podría afirmar que el arte nos humaniza y nos permite expresarnos en un lenguaje propio y exclusivo de nuestra especie.

6- En tu obra, los colores llamativos brillan por su ausencia. Sin embargo, el azul y el amarillo, en dos esculturas de la exposición, se salen de ese guion. ¿Cuál es tu relación con el color, qué le pides?

Efectivamente, no utilizo colores llamativos. Por lo general empleo pocos colores para conseguir ese grado de espontaneidad del que te hablaba. De este modo trabajo de forma más dinámica, sin que por ello me condicione o interfiera una paleta más amplia. Junto con el blanco y el negro, el azul y el amarillo, en contraste con la frialdad metálica del aluminio, son los únicos colores que he utilizado en esta serie. El azul, y más concretamente el azul ultramar, está vinculado simbólicamente al agua, al mar, y el amarillo se asocia a la luz solar. Ambos evocan aspectos vinculados a la naturaleza, aspecto que me interesa especialmente.

7- ¿La relación entre pintura y escultura en tu obra ha cambiado con respecto a trabajos anteriores? ¿En qué sentido?

Las piezas que presento en esta exposición son el resultado de la evolución de mi trabajo anterior “Noir serpentin”. “Solcs” parte de ideas similares en relación a lo orgánico y a lo sinuoso. En la nueva serie de pinturas, las composiciones son más complejas, dinámicas y con un trazo más expresivo. En cambio, con las esculturas ha sucedido algo distinto. Por un lado, he trabajado en una serie de pequeñas piezas realizadas en zinc. Estas nacen de partes recicladas de esculturas anteriores, conservando sus múltiples plegados y apariencia ondulada. Por otro lado, también he realizado una serie de esculturas de pared cuya forma es menos sinuosa y su estructura más sintética.

8- No recuerdo ahora quién decía que todo artista es el primer lector de su obra. ¿Cuando te alejas y percibes tu obra qué ves?

En mi opinión, encontrar un lenguaje con el que identificarme y que se adapte a mi personalidad resulta fundamental. A su vez, es importante para mí que el espectador sea capaz de identificarlas conmigo. Cuando me distancio y me sitúo delante de alguna de mis obras, lo que pretendo es verme reflejado en ellas. Siento cada curva, pliegue o surco como una prolongación de mí mismo.

«La línea que no cesa. Surcos que hacen mundo». Johanna Caplliure, 2021

Existe una imagen que desafía la finitud de todo límite. Una imagen que podría representar el universo, el trazo, la energía que todo mueve o la invención de un mundo. Se trata de la “línea creadora” o “línea de vida” que los pensadores Gilles Deleuze y Félix Guattari construyeron a través de sus palabras en Mille plateaux. Es decir, una línea de bifurcación incesante que se conduce sin interrumpirse llegando al pliegue de la meseta. Allí se halla el infinito. Desplegar, doblar, estirar, retirar. Mille plateaux responde a todos los paisajes del mundo. La forma fractal con la que determinan Deleuze y Guattari la línea de creación es la misma que suscita el impetuoso trazado de Juan Carlos Nadal (Alicante, 1966). Su inspiración retomaría la acción pictórica de ciertos miembros de la escuela de Nueva York en lo que se determinó, a mediados de los años cincuenta del pasado siglo XX, como expresionismo abstracto o pintura de “tipo americano”. Esta fue inscrita en la historia del arte por Clement Greenberg[1], entre algunos de los críticos garantes de esta manifestación, resaltando entre las características de definición una importante relación con la acción del artista y su gesto deliberado, su inclinación por el all over o su interés por las representaciones de los nativos originarios de los Estados Unidos como motivos evocadores. Así, mediante el empleo recurrente de trazos que permanecen grabados como las estrías en la corteza de un árbol o los surcos del discurrir del tiempo sobre la capa terrestre, en la vida natural del mundo – fuera de toda historia humana-, pero, también, en las representaciones codificadas de las primeras expresiones no escriturarias de nuestros ancestros, observamos ese linaje pictórico entre los estadounidenses y Nadal. Y, a pesar del estudio de estos elementos como parte de su formación académica, desarrollo artístico y aprendizaje simbólico -al mismo tiempo que intuitivo-, este se inclina por una tradición experiencial donde el proceso de los materiales, el trabajo en el estudio y la pulsión del momento desean concretarse como los rastros que permanecen indelebles en la naturaleza y no simplemente como un correlato de esta en el plano artístico. De esta manera, la propia naturaleza -inabarcable, desmedida, sublime y, en ocasiones, terrible- brinda a la mente del artista de un repertorio de figuras, matices y pliegues que desenvolver en sus obras. “Nous ne parlons pas d’autre chose: les multiplicités, les lignes, strates et segmentarités, lignes de fuite et intensités, les agencements machiniques et leurs différents types, les corps sans organes et leur construction, leur sélection, le plan de consistance, les unités de mesure dans chaque cas”[2]. De aquí que escala y proporción, en una tentativa de modulación, nos adviertan de la multiplicidad de las líneas de fuga y de los agenciamientos azarosos y sorpresivos que se nos ofrecen en esas figuras serpenteantes y pliegues ondulantes de las piezas del artista.

Solcs es el nombre del proyecto que Juan Carlos Nadal presenta para el Espai d’Art Contemporani, el Castell (E CA) de Riba-roja. En él la pintura y la escultura, de factura diferencial, inciden en la materialización de los procesos, en el registro del movimiento, en la evidencia de los accidentes geológicos que invocan energías subterráneas o fenómenos de la naturaleza que rescriben el paisaje, la orografía, y que, en esta ocasión, parecen ser preservados a través de la mano del artista. Toda la obra, producida entre 2020 y 2021 -salvo unos dibujos premonitorios de 2019 que conectan con su exposición anterior, Noir Serpentin (2018) en la galería Aural de Alicante-, nos colocan sobre la idea de línea como surco, como comienzo y como propio destino. Puesto que esta línea, como decíamos en palabras de Deleuze y Guattari, es fractal como las serpenteantes hendiduras en la pintura o los plegados del aluminio en las esculturas de Nadal. Pero, estas también nos evocan a la línea de la vida. Las líneas de las manos, “ma petite ligne de chance”- como tarareara Anna Karina en Pierrot le fou (1965) de Jean-Luc Godard-, marcan como surcos el camino de nuestro destino. No obstante, ni la quiromancia puede leer con exactitud cuál será nuestro porvenir, ni la geología estructural o geomorfología puede determinar el sendero que se revelará ante nuestros ojos en la lontananza. Entre azar y elección, entre cruce y línea recta, todo serpentea. Hay algo que resta en la multiplicidad del pliego donde los surcos son más profundos y al mismo tiempo cambiantes. La composición de escalas, como escamas que se superponen o incluso se atraviesan las unas a las otras en repetición, continúan con el movimiento de reconocimiento de una historia: la extracción de materia prístina que revela los estratos del paisaje y de la pintura. Unas líneas envían a las otras. Unas capas envuelven a otras. Parece que se arremolinan a instantes para no acabar de despegarse de la unión en lo múltiple. La línea de la vida. Discontinua, sinuosa y tortuosa. Pero, si en las obras no hay una historia narrativa como tal, en las sustracciones de capas en la pintura o en el desplegado de las esculturas sí permanece latente una inclinación por dotar de un nombre a estos registros a través de los títulos de las piezas. Estos son fundamentales. En ocasiones, algunos mostrándose impronunciables – véase Pahoeoe (2018), Svartifoss (2018) o Tehaupoo (2018) por tomar un ejemplo de trabajos anteriores- y que se convierten en un recurso constante, como una clave hacia un acercamiento al mundo más terrenal y matérico. Algunos hacen referencia al hecho pictórico, al pensar y actuar de la pintura: Crosshatch (2021) significa rayado en inglés y Finger Flutings (2021) es el movimiento del dedo acanalando o marcando la pintura, o los dibujos de la serie Gestures (2019) que evidencian el trazo que dibuja la acción del artista. Otros como Bolinkoba (2020) o Gorham (2020) apuntan a la vida de nuestros ancestros en época anterior a la historia. La cueva de Bolinkoba es un reconocido yacimiento arqueológico en Bizkaia, mientras la de Gorham, en el peñón de Gibraltar, señala el fin de los neandertales por el reemplazo de los humanos modernos. Ambos lugares recogerían muestras de esos gestos expresivos previos a la escritura y que conectarían directamente con ciertas formas de hacer pictóricas. En el caso de Bohai (2021) nos situaríamos ante una formación física del paisaje: el golfo de China en el mar Amarillo. Otros títulos, remiten a fenómenos de la naturaleza como el caso de Cos d’aigua (2021) donde explicita la noción referencial para las superficies acuosas de cierta extensión sobre la tierra. Seaglint (2020) son aquellos destellos que produce la luz, el sol o el brillo de la luna sobre el mar, un río, un lago o cualquier extensión de líquido transparente. O Meandres (2021) que alude a la sinuosidad de un río de la misma manera que la pieza Serpentiform (2021) o la serie de pinturas bajo el mismo nombre (2020-2021). Y, por últimos, Ones (2021) que representaría ese mismo movimiento de ondulación. No obstante, los títulos nos hacen saltar de lo simbólico a lo críptico como una presencia permanente en su obra; solo explicitándose una forma sensorialista en el terreno material de las piezas. El poder evocador de los nombres presenta los trabajos enroscados en sí mismos. Estos no acaban de desvelar las obras. Estos animan a nuestra imaginación para que transite por los diferentes senderos que dibuja la línea de creación.

[1] Greenberg escribió el ensayo titulado “American-Type Painting” en el año 1955 donde presentaba un recorrido por los orígenes, los artistas, las obras y las formas de proceder de cada uno de ellos. Este documento se constituyó como el texto capital que rendiría cuenta sobre el expresionismo abstracto.
[2] “No estamos hablando de otra cosa: multiplicidades, líneas, estratos y segmentaridades, líneas de fuga e intensidades, agenciamientos maquínicos y sus diferentes tipos, cuerpos sin órganos y su construcción, su selección, el plano de consistencia, las unidades de medida en cada caso».

Deleuze, G., y Guattari, F., Mille Plateaux, Les Éditions de Minuit, 1980, p.p- 10-11.

Solcs

Espai d’art contemporani El Castell (E CA), Riba-Roja de Túria (Valencia). 2021

«Experiencias del desorden». Vicente Gómez, 2006.

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La tarea del arte hoy es introducir el caos en el orden.
Theodor W.Adorno, “Mínima Moralia”

Tal vez se encuentre en lo cierto Gerard Vilar1 cuando indica que la tarea del arte quizá sea señalar, en el imperio de lo racional y del perfecto orden de lo mismo —siguiendo la estela que marcara Adorno—, la irrupción del desorden;  un desorden que lleve nuestro lenguaje y nuestra experiencia hacia nuevas fronteras de nuestro conocimiento y aprehensión de la radical inconmensurabilidad del mundo de la vida y de nosotros mismos. En un tiempo como el actual, en el cual el signo de distinción parece consistir en un estado radical de entropía estética2, pudiera ser que el arte señalara un necesario espacio donde pudiera habitar un singular estado de producción de lo sublime desde la miseria  de la experiencia que caracteriza nuestro tiempo. Los mejores autores de nuestra época son, quizá, aquellos que, de un modo singular y mediante la consecución de una experiencia estética, han sido capaces de aludir a lo indeterminado de nuestro momento y a la radical necesidad expresiva del ser humano por continuar intentando articular —como describiera  Adorno— lo inarticulado, lo disparatado, lo inconexo, sin traicionarlo y reificándolo bajo el reinado de lo idéntico.
La entropía de lo estético se dibuja, así, como señal o imagen que pretende, cuando menos, detectar el actual estado de la experiencia, sin aparentes direcciones ni centros, en el seno de las actuales sociedades virtuales, en las cuales el hecho del arte actual puede detectarse a modo de índice3; Una situación esta del arte y las sociedades actuales que, tal vez, no hace sino señalar la miseria del gusto4 imperante, esto es, la absoluta impotencia para determinar la posibilidad de un juicio estético consensuado alrededor de una particular caracterización de lo bueno o de lo bello, lo cual, al mismo tiempo, puede señalar el camino de una radical libertad5, un punto cero alejado de los parámetros de los grandes discursos legitimadores. Sorprenden aquí —si esa radical libertad es auténticamente la señal del proceso de homogeneización del valor de la expresión artística— las voces cacofónicas que celebran, paradójica y simultáneamente, esa singular condición descentrada de los discursos y los medios expresivos pero, al mismo tiempo, se regocijan señalando la muerte (o, mejor diríamos, agonía sempiterna) de algunos de esos medios expresivos como singulares anacronismos portadores de una supuestamente falsa conciencia centrada en la expresión de lo individual, lo singular o lo simplemente sensible; es aquí, en la auténtica aceptación de la singular condición entrópica de lo contemporáneo que nos invade,  donde, a pesar de los gurús de la muerte de la pintura, ésta aún contiene una singular vitalidad, determinada en virtud de su condición de  singular islote de resistencia6.
La obra de Juan  Carlos Nadal se inscribe plenamente en lo anterior como expresión sígnica, o señal, de esa condición entrópica de la contemporaneidad. Se trata de un autor singularmente atento a esa condición heterogénea que habita lo contemporáneo; y no sólo a través de la radical conciencia de la necesidad del artista actual de contaminar los  parámetros del estilo, a través de una constante búsqueda expresiva, mediante la reapropiación de cualquier elemento o vehículo necesario para la adecuación a la construcción del discurso, sino también por medio de una singular conciencia simbólica de esa condición fragmentaria e inarticulada  expresada en tanto constructo visual o imagen.
Sin duda, a cualquier seguidor de la obra de Juan Carlos Nadal que, por razones de uno u otro cariz, no hubiera continuado atento a la consecución de su trabajo pictórico en los cuatro últimos años, no puede por menos que sorprenderle en un primer momento el desplazamiento paradigmático en las coordenadas estéticas y de índole conceptual  producidas en la obra posterior a su exposición en el MUA de Alicante en 2002. Median cuatro años entre esa última exposición del artista alicantino en un espacio público y la muestra que hoy nos ocupa. Durante este tiempo, Juan Carlos Nadal ha experimentado en su trabajo un deslizamiento consecuente, tanto en los intereses de significación que mueven en los últimos tiempos su proyecto artístico como en la práctica pictórica que anima a resolverlos.

No es Nadal autor que se deje encerrar fácilmente en la búsqueda estilizante de un determinado gesto procesual reconocible por la galería; el nomadismo caracteriza su discurso pictórico hasta hacerlo señal identificativa de su idiosincrasia proyectual. Pero, si, hasta aquel momento, su  práctica artística se había movido siempre cerca al menos de una cierta tendencia contemporánea, definida tanto procesual como conceptualmente por la incorporación de lo fotográfico y lo objetual al plano de lo pictórico —en lo que Ricardo Forriols, siguiendo la expresión del pintor alemán Sigmar Polke, definía en nuestro autor como una voluntad constante de  “castigar al arte” a través de la dispersión y contaminación de las reglas, los medios y los estilos7—, quizá lo que ahora sorprende es su  particular giro copernicano8 hacia una apropiación de códigos decididamente pictóricos, en lo que podríamos catalogar como un ensimismamiento en el medio “pintura”.
Este deslizamiento hacia la preeminencia del código y el medio “pintura” podía comenzar a vislumbrarse, singularmente, en algunas de las piezas que determinaron su producción de principios de década9. Partiendo de sus inicios en los primeros años noventa, es posible detectar una cada vez mayor atención hacia la materia pictórica como vehículo de construcción del cuadro; sin embargo esa incorporación se veía siempre justificada  y subsumida en una voluntad de hibridación de los lenguajes y los medios plásticos en una constante dialéctica entre lo objetual y lo fotográfico10. Lo heteróclito de los medios empleados era una condición inicial constante en su producción de esos años. La vitalidad poética, alcanzada a través de la descontextualización constante de códigos y medios expresivos gracias a la articulación entre pintura, objeto y fotografía, quedaba reflejada en la expresión del propio autor que señalaba cómo  “el objeto reclama ser transferido de contexto”11 en búsqueda de un cortocircuito de la experiencia mediada por la constante dispersión de los elementos empleados.
Sin embargo, desde su exposición en la galería Valle Ortí, en 2003, se desliza  en Juan Carlos Nadal una voluntad decidida de acercamiento al medio “pintura” como único código y medio expresivo a la hora de conformar el espacio del cuadro. Las complejas estructuras simbióticas anteriores entre medios plásticos son reemplazadas por una absoluta preeminencia del medio pictórico puro y de sus fonemas básicos; la mancha, el gesto, el impasto, y toda la amplia gama de recursos expresivos que ofrece el código pictórico pasan a definirse como el lenguaje con el que conformar los sintagmas significantes del cuadro. Quizás haya percibido Juan Carlos Nadal un cierto agotamiento, no sólo en su practica artística anterior, sino incluso en la deriva hacia la preeminencia de lo discursivo  y de lo textual de gran parte del arte que se exhibe en la actualidad; una deriva que  limita conscientemente la mirada estética en cuanto mirada predispuesta a la captación de lo sensible. Utilizando un tropo semántico, parece como si Nadal percibiera ciertas peligrosas inclinaciones, latentes en su obra, hacia la hipertextualidad o la simple recodificación de expresiones visuales singularmente tematizadas; el peligro de caer en lo edificante o lo ilustrativo de cierto arte politizado (que no político), recodificado y fácilmente asumible en las estructuras  de la esfera “arte”, aceptando el peligro —ya detectado en la crítica de arte más consciente— de reduplicar la lógica inherente al propio capitalismo avanzado, sin que ello altere o modifique su propia estructura12.
En sus últimas obras producidas para  la serie Hogar, dulce hogar (2002), Juan Carlos Nadal desarrollaba su acercamiento más encarnizadamente desnudo hacia un determinada textualidad discursiva, posponiendo lo pictórico13, hacia un marco dentro del cual inscribir una serie de prácticas determinadas por una voluntad decidida de desgarro de códigos a través del uso determinante del collage para un desplazamiento desde lo poético hacia lo político14. Apuntando a la terminología definida por Arthur Danto, hablaríamos de un arte de lo no-puro15, entendiendo este concepto analítico como “la voluntad de exceder los marcos físico-formales de la pureza del medio artístico a través de lo objetual-escultural”. Era posible entonces definir la obra de Juan Carlos Nadal dentro de los parámetros de una deriva consciente hacia lo teatral, tal como lo hiciera negativamente Roger Fry16, como aquello que se encuentra “entre” las artes, y que contamina la voluntad autocrítica moderna de pureza del medio plástico, en este caso del medio “pintura”. Esa integridad de los distintos medios, determinada por la voluntad formal de autocrítica materialista de aquello que le resultaba propio a cada una de las artes y definida determinantemente en el metarrelato del desarrollo de lo moderno, cuyas coordenadas definiera Clement Greenberg17, como lo que queda en entredicho tras el desbordamiento de los lindes excluyentes dibujados por la crítica formalista moderna que se produjo con la irrupción de lo minimal en los años sesenta18.
La desconstrucción de los códigos —que caracterizaron el desarrollo de toda la teología de la consecución escatológica de la proyección histórica de lo moderno— se convertía en el signo distintivo no sólo del nuevo arte posterior a la irrupción del pop y lo minimal, sino de toda la crítica de arte posterior19; como plantea Danto, el arte deja de ser un constructo que puede entenderse y estudiarse como una evolución consecuente e intrahistórica de sus propias condiciones materiales de producción hasta llegar a un estado de máxima pureza20 y, con ello, de máxima realización para, en lugar de lo anterior, estallar en lo que el mismo autor define como el fin del arte, en tanto que es el fin de un determinado relato de la historia del arte que, iniciado por Vasari y toda la historiografía posterior hasta Greenberg y su teoría histórica de asunción de lo moderno, se basaba en el desarrollo progresivo de las artes hacia la consecución de su propia autoconciencia21.  El arte que surge a partir de los años sesenta destruye ese relato, despojando a la historia de un sentido o dirección determinados hacia los cuales el arte debiera dirigirse. Y ese abandono del gran relato del modernismo se produjo por una contaminación consciente, por parte de los artistas, de esos mismos códigos y paradigmas de significación a través del desbordamiento de sus límites, básicamente reintroduciendo en sus prácticas artísticas lo excluido por el discurso de lo moderno: a) lo híbrido —que descaracterizó las fronteras entre los diferentes medios— y b)  la introducción explícita de lo textual  —fuera a modo de recuperación de la expresión de lo personal o de lo individual, como ocurriera en el arte neoexpresionista de los años ochenta, fuera para establecer una función desconstrucciva de los códigos que conformaban los discursos que definían históricamente la esfera Arte, como en las prácticas del Apropiacionismo y el Simulacionismo, o fuera para establecer un diálogo abierto con otras áreas de la vida y el saber, como la política, la sociología o la antropología, a través de estrategias de significación puestas en entredicho mediante las sucesivas estrategias conceptuales, que recibieron en general el nombre de postmodernidad fría22.
Esa asunción  de lo teatral y de lo no-puro —a través de la dispersión de medios, géneros y estilos mediatizada por una voluntad híbrida del ejercicio estético— se tornaba código estructural determinante en el seno del discurso pictórico de Juan Carlos Nadal,  asumido a menudo mediante una determinación de preeminencia de lo táctil sobre lo óptico23 en estas obras; Juan Carlos Nadal asumía plenamente una voluntad transitiva24 del medio pictórico mediante la contaminación de lo  fotográfico y de lo objetual25 como mecanismos que promovieran una aserto necesario de estas obras hacia lo explícitamente narrativo como vehículo de inscripción en lo discursivo de lo político, estableciendo una dialéctica consciente en el seno de las mismas obras entre representación y acontecimiento26. Desde la dispersión y la reapropiación de lo desplazado, del resto, de la ruina27, establecía un mapa de lo excluido28 en el seno de nuestras sociedades ultradeterminadas por una consciente voluntad de ocultamiento de sus contradicciones, de sus desperdicios,  en el circo de lo espectacular; voluntad doblemente polítizada, como una piedra lanzada contra el mundo del arte, pero asimismo como una piedra lanzada contra el mundo de la vida.

Sin embargo, desde su exposición individual en la galería Valle Ortí, en Valencia, en 2003, Nadal parece establecer un abandono —que aún me atrevería a definir como deslizamiento por razones que emitiré después— de algunas de las estrategias formales y temáticas más características de su anterior periodo. Sorprende en cualquier autor, por más que el imperativo del nomadismo aparezca como religión en el seno del mundo del arte, esa voluntad decidida de abandonar caminos conocidos y trillados en pos de un desplazamiento consciente de temperaturas, condicionantes y procesos formales. En un mercado (el del arte, en el que, al fin y al cabo, termina vendiéndose una determinada marca, que algunos definirían como estilo y otros como coherencia procesual—, parece cuando menos arriesgado para el propio artista el establecer violentos saltos dentro de la coherencia que, aparentemente, ese mercado le exige para poder ser fácilmente etiquetado y digerido en su seno. Nadal es de esos artistas que, indefectiblemente, están siempre dispuestos a caminar por la cuerda floja del cambio de medios y discursos si su evolución interna como artista así se lo exige.

Es mi función en este texto establecer tanto aquello que, creo, distancia significativamente la práctica actual de Juan Carlos Nadal de su práctica anterior, como aquello otro que, subsumido en una primera mirada por el fervor del cambio, mantiene lazos de conexión sensitiva y conceptual con sus principios. Por ello, para determinar los ejes sintácticos que determinan ese proceso, prefiero utilizar el término desplazamiento mejor que el de ruptura. Ese cierto sentimiento de agotamiento —del que, creo, Juan Carlos Nadal es consciente en determinado momento— no sólo de una determinada práctica personal, sino de una serie de coordenadas estético-conceptuales de las cuales bebe para desarrollar su trabajo lo sitúa, conscientemente, en la senda de la recuperación de lo pictórico como vehículo válido de expresión y desarrollo conceptual en el seno de  la práctica artística contemporánea. En ese sentido, la lección de los múltiples desarrollos de la pintura postmoderna en su búsqueda de un punto y seguido con la práctica del ejercicio de la pintura —tras los discursos mortuorios que gran parte de la crítica postmoderna desarrollara en los años setenta y ochenta— es sanamente aprendida por Juan Carlos Nadal, para quien el potencial de lo pictórico para articular lo visible sigue siendo determinante29. Y esa recuperación de lo pictórico lleva a Juan Carlos Nadal a un lúcido replanteamiento de las limitaciones de la deriva hacia lo discursivo y lo textual en el decurso de su propio proyecto, para retrotraerlo a una celebración del lujo de la membrana pictórica en nuevos desarrollos enfáticos de una particular poética de lo entrópico.

La validez de la pintura como medio para determinar desarrollos consecuentes de los abanicos de problemas actuales en el seno de la práctica artística sólo puede ser atacada actualmente desde un distanciamiento reaccionario motivado por una ceguera consensuada alrededor de la paráfrasis y el textualismo. Determinar el agotamiento de tal o cual medio como medio en sí no hace sino alimentar y continuar los viejos excesos inquisitoriales dibujados por la historiografía moderna, pero de la misma manera que la mirada simplista de la inversión marxista del idealismo hegeliano: dándoles la vuelta para dejarlos intactos en su estructura profunda. Como señalaron en su momento críticos como Tricia Collins o Richard Milazzo, la pintura posmoderna desarrollada por autores como Ross Breckner, Peter Halley, Jonathan Lasker, Ghünter Forg, Terry Winters entre muchos otros sirvió, en determinado momento, como compensación a los excesos de una práctica semiótica que amenazaba con reificarse a sí misma en el seno de las estructuras de lo artístico a través de su propio proceso de integración en lo institucional30. Movimientos como el Neogeo o el Simulacionismo Abstracto venían a determinar, en la década de los ochenta y principios de los noventa, la emergencia y validez de un medio desfenestrado por su determinante afiliación al discurso formalista moderno, del cual tanto interés se tenía en escapar. Estos movimientos y sus autores vinieron a recuperar  la capacidad no agotada de la pintura para plantear nuevamente espacios de reflexión y conocimiento, tanto desde una práctica que se reapropiaba de la validez de la misma como medio expresivo y potencialmente único para expresar la psique de lo individual y lo pulsional, como por su validez para materializar visual y simbólicamente conceptos y discursos que afectaran al marco de lo social, lo antropológico o lo histórico.

Juan Carlos Nadal, en virtud de una profundización en su propio devenir artístico, no ha tenido miedo de continuar articulando en su obra la practica definida por Sigmar Polke de “castigar el arte” mediante la continua trasgresión de los géneros y los estilos; pero eso en virtud siempre de una consecuente vehiculización de sus propias inquietudes estéticas, demostrando no sólo no tener miedo al miedo, ni al vértigo de los desplazamientos, ni a la caracterización entrópica del artista contemporáneo, tan libre como indeterminado en sus múltiples posibilidades y direcciones, sino incluso asumirlos todos en el seno de su problemática significativa como eje determinante que expresa su propia condición fenomenológica implantada en el mundo. Lo entrópico, en Nadal, no sólo se ha convertido en una condición necesaria de su devenir artístico, sino en un emblema y problema estético en el seno de su propio proceso-discurso.

Es aquí, en la caracterización de un acaecer de lo entrópico, tanto a nivel formal como a nivel discursivo y poético, en donde encuentro el hilo de Ariadna que da visos de continuidad a la trayectoria artística de Nadal desde sus series más fotográfico-objetuales a las últimas donde se produce ese desplazamiento hacia lo  pictórico como recurso y como discurso. En última instancia,  lo que une ambas prácticas es  una singular conciencia de lo fragmentario y lo escindido como señal o signo  determinante de nuestro tiempo estético. En consecuencia, para referirme a la obra de Juan Carlos Nadal yo hablaría de una constante alusión fragmentaria a una personal poética de la entropía.

Esta onda preocupación que, creo, subyace en toda la obra de Nadal, lo conecta, profundamente, con una de las  pulsiones existenciales que catalizan el sentir de lo contemporáneo en la psique de lo colectivo: la ausencia de centros, la pérdida de núcleos de referencia, el fracaso de los grandes metadiscursos, la asunción, incluso en la ciencia de la física, del principio de incertidumbre31 no sólo como teorema fundacional, sino como condición de posibilidad. Incluso en la titulación de algunas de sus piezas, por ejemplo “Pacto con el caos” o “Apertura caótica”, ambos de 2006, Nadal refleja su intento poético de plasmar visualmente lo entrópico como paradigma.

El deslizamiento metodológico en la práctica de Nadal queda articulado conceptualmente por esta progresión en su discurso de continuar expresando una particular conciencia de lo entrópico. Pero si, en la obra mas protofotográfica y objetual,  esa digresión era recalcada a través de la propia metodología de hibridar diferentes medios en el espacio-cuadro convertido en pieza, ahora el retorno a una práctica ensimismada de lo propiamente pictórico cambia radicalmente las estrategias; si Juan Carlos Nadal se esforzaba, en su obra anterior, por enfatizar el cuadro en cuanto presencia, la obra actual enfatiza singularmente su carácter de representación. Este deslizamiento se consuma en Nadal en un distanciamiento de lo real para articular una particular visión de lo imaginario a través de la apertura a un espacio ilusorio.

Desde piezas como Solsticio (2004) o Oikos(2004), la obra de Nadal se articula como una expeditación de lo visual, donde los elementos objetuales y representativos desaparecen para dejar su lugar a la pura materia pintura distribuida en toda su gama de posibilidades expresivas; manchas, goteos, marcas, restregados, diluciones alternadas con gruesos empastes, y toda la amplia gama de acciones y posibilidades de aplicación de la materia pictórica. Nadal establece el cuadro como un marco donde sintetizar una particular dialéctica entre lo ordenado y lo caótico a partir de confrontar semánticamente en el espacio pictórico un conjunto de signos o fonemas plásticos que aluden significativamente en la historia de la pintura a uno u otro de los extremos;  lo informe del accidente, la pintura abandonada a un fluir y expandirse a través de la superficie pictórica como signo de lo desordenado, lo informe o lo caótico es dialécticamente confrontada a una voluntad estructurante, a través de la recursividad a sujetar el gesto mediante la estructuración geométrica de los diferentes planos de representación. Esa estructuración en planos geométricos actúan a modo, asimismo, de signos de lo ordenado, del control o de lo racional. Esa dialéctica perenniza la práctica artística anterior de Nadal, donde lo inarticulado y lo informe, el accidente y el azar, siempre venían a ser determinados dentro, o bien de estructuras compositivas particularmente ordenadas y estructuradas a partir de un sabio uso de la verticalidad y la horizontalidad, bien a través de la disposición articulada del accidente dentro de un recurso a la unidad formal y temática de la obra. Si bien el desplazamiento puede situarse en ese despojamiento de lo fotográfico-objetual, la preeminencia de la estructuración paradójica del gesto y el accidente predominan y enlazan unas series con otras. Es, sin embargo, determinante ese desplazamiento señalado, pues enfatiza esa dialéctica como poética central en la nueva práctica pictórica de Nadal. Y para ello, Nadal se desliza, siguiendo la terminología de Danto, desde su práctica anterior de una pintura no-pura a una particular asunción de los códigos puramente pictóricos formalista, con la intención de cargarlos de una determinada connotación discursiva hacia la práctica de una  pintura impura32 en donde lo puramente pictórico se enfatiza para contaminarlo de significación. La voluntad de trascender el propio espacio de la pintura-puntura mediante un ejercicio consecuente  del ejercicio de la alegoría33,subrayada, por ejemplo  por la titulación, a menudo metafórica, otras íntima o alusiva, de las piezas, señala la asunción de la posibilidad de semantizar la pintura más allá del ejercicio materialista formal de la misma, en la cual la pintura se articula como un poderoso vehículo de connotación de aquello que excede los límites de la pura materialidad de la pintura en el seno de lo puramente pictórico.

Ese desplazamiento de lo no-puro a lo impuro se traduce  en un desplazamiento de lo táctil u objetual hacia lo puramente visual u óptico, en una línea direccional que nos llevaría de una poética de la pieza construida y reconocida como objeto-texto a una poética contaminada por una voluntad de trascendencia significativa de la pintura-pintura. Lo pictórico pasa a ser medio preeminente de construcción del espacio de la obra bidimensional; desechando progresivamente las contaminaciones objetuales que tan distintivamente caracterizaran la práctica anterior, para centrarse en las posibilidades expresivas de un cierto ensimismamiento en lo pictórico. las fotografías de Gárgola, mendigos o directamente extraídas de la cotidianeidad de la prensa diaria, así como los objetos cotidianos incorporados al espacio del objeto pictórico son substituidos por la preeminencia de la pura membrana pictórica, que  pasa a ser único medio significante en la construcción del cuadro.

Nadal   realiza, hasta la serie Hogar dulce hogar(2002) una investigación programática centrada en la consecución material de la practica del collage34. Para Nadal, el collage como estrategia de apropiación de un summun de  elementos heterogéneos integrados a través de su simultaneidad visual en el espacio plástico del cuadro le servía para, asumiendo las estrategias de apropiación propias de ciertas prácticas potentes del arte de mediados de los ochenta35 conformar potentes piezas visuales cuyo objeto era desbordar cualquier lectura lineal del hecho de la representación, así como problematizar sus propios mecanismos de producción, no sólo en la propia obra de arte, sino asimismo en los propios  mass media, a través del uso de la fotografía. El collage era usado, en este conjunto de piezas, como una práctica material que remitía a una fractura conceptual de la pieza como vehículo autónomo de significado para enfatizar su condición de acontecimiento. Aparentemente, el nuevo énfasis que la obra reciente de Nadal tiene en el vehículo de la pura materia pictórica para construir el cuadro, destilando progresivamente los elementos objetuales(telas, objetos, etc) y fotográficos, parecieran declinar el uso del collage, hasta su desaparición. Creo esto es así en cuanto lo que refiere al collage como práctica material de superponer elementos heterogéneos extraídos de la realidad cotidiana para reapropiarlos en el espacio de la obra, pero creo existe una perseverancia del collage, traducida en un desplazamiento del collage en cuanto estrategia material a una particular  investigación pictórica del collage en cuanto signo36. El collage pasa de estrategia procesual a ser definido en cuanto signo representado en el espacio ilusorio del cuadro.

Estratégicamente Juan Carlos Nadal persiste en construir sus imágenes a partir de un principio de estratificación o sedimentación de diferentes planos de presencia-representación plásticos; si anteriormente asistíamos a la acumulación de elementos pictóricos y no pictóricos en el seno de la imagen-cuadro mediante la estrategia del collage como proceso, en su obra reciente asistimos a una misma práctica de acumulación y estratificación de planos de representación puramente pictóricos regulados mediante el collage en cuanto signo estructural. Nadal construye una estratigrafía de planos pictóricos determinados por una voluntad intransitiva entre si. Si observamos un cuadro como impresión fugaz(2006) nos apercibimos claramente de que esta superposición entre diferentes planos parecen haber sido construidos con una voluntad no dialógica entre sí; existe una evidente separación, ratificada por la fractura consecuente con su estructuración geometrizada y lineal, entre los planos, que son trabajados autónomamente según principios pictóricos y perceptivos que no se regulan necesariamente en virtud de una supuesta superestructura homogeneizante del cuadro. El principio collage actúa aquí como estrategia que permite articular una fractura consentida entre esos mismos planos de representación, con objeto de cortocircuitar la aparente unicidad visual de la imagen; Nadal construye diferentes planos de aplicación de la materia pictórica, enfatizando su ensimismamiento o unicidad a través de su perfilado geométrico que asimismo establece las fronteras visuales entre los diferentes planos pictóricos; cada plano de acumulación-representación pictórica es asimismo aislado y puesto en juego en la estructura arquitectónica del cuadro;  Nadal articula, así, diferentes planos de representación pictórica que enfatizan un particular juego entre ensimismamiento y permutabilidad; cada plano de representación es ejecutado de tal manera que responde a ese doble principio de aparecer ensimismado sobre su propia recursividad plástica y de establecer un diálogo con el resto de planos de representación.

Con esta práctica, Nadal realiza un inteligente ejercicio de representación del principio collage en tanto signo desde la práctica de la pura pictoricidad . Nadal construye una estratigrafía de planos pictóricos, fragmentados geométricamente, y construidos visualmente a partir de la recursividad a una amplia gama de procesos abstractos de aplicar la materia pictórica, en una práctica conscientemente historiada37 de la pintura abstracta. Pero, lejos de integrar visualmente tales estratos, con el objeto de sellar la unicidad visual de los diferentes planos y elementos pictóricos, parece enfatizar una dialéctica activa entre mimesis y fractura visual entre los mismos. Cada plano funciona autónomamente como un espacio de representación que parece articularse con los demás de una manera problemática . Nadal construye una imagen que es producto de un diálogo problemático entre diferentes ventanas pictóricas mediante su articulación a través del principio collage;

Esta estratificación de diferentes “ventanas” de representación pictórica se articula como una deconstrucción, tanto del principio  pictórico de la imagen-superficie,  a través de la multiplicación de planos ensimismados de representación, como del signo collage, a través de su simulación mediante el puro trompe-oeil de la materia pictórica. El cuadro aparece como una expeditación del principio de suma y  acumulación que gobernara el ejercicio del collage en su anterior producción, pero ejecutado paródicamente mediante la pura materia pictórica.

En piezas como síndrome urbano (2004) o Urbanitas Red Collars(2004) hasta piezas como a contraluz(2005) hay una voluntad visual de construcción de la imagen a partir de enfatizar una particular arqueología de construcción del espacio pictórico; los diferentes estratos se articulan en una superposición estructurada determinada por una voluntad de confrontar dos espacios de representación; un espacio-fondo, donde se desarrolla lo que podríamos denominar el espacio sígnico de lo indeterminado, a través de la acumulación de planos determinados por el ejercicio del gesto y el fluir del magma pictórico, y otro espacio-figura, enmarcado por la superposición dialéctica de planos geometrizantes que estructuran vertical y horizontalmente la composición, donde el óleo, con su untuosidad y sus diferencias de calidades táctiles, se superpone al acrílico a modo de tinta uniforme. El cuadro se conforma a modo de singular constructo visual donde la alternancia de espacio-fondo y espacio-figura señala una particular dialéctica entre lo indeterminado y lo construido, entre lo abierto y lo cerrado, entre caos y orden.

Sin embargo, en piezas como Impresión fugaz(2006) o Esquitx(2006) la estructura diferenciada forma-fondo pasa a cuestionarse visualmente; la superficialidad visual del espacio se radicaliza en virtud de un énfasis de la desestruccturación de lo estratigráfico en pos de una acentuación determinante de lo entrópico. Las diferentes capas que componen la obra, aún respetando el principio constructivo anterior de sedimentar una capa tras otra, remiten sin embargo en su consecución procesual a un  principio de buscar una absoluta sensación óptica de superficialidad tanto sígnica y material; Todos los elementos parecen situarse, indefectiblemente, en el  mismo plano visual. La práctica acumulativa, sedimentada, que dan a las obras anteriores cierta apariencia, merced al uso estructurado de efectos de traslapo de planos visuales, de  constructo de un espacio tridimensional marcado por cierta jerarquía fondo-forma forma se desliza hacia el constructo visual de una disgregación del orden arquitectónico del espacio visual; no hay una posibilidad de determinar lo que se sitúa “delante” de aquello que pudiéramos situar espacialmente como “detrás”; la jerarquía fondo-forma se deconstruye  pedazos ante al asunción horizontal38 de todos los planos pictóricos. Lo superficial39 se afianza señalizando visualmente una extrema complejidad procesual que diluye sin destruirlo el juego de las diferencias posibles para radicalizar la desjerarquización de los diferentes planos de representación. Esta estrategia determina el énfasis en lo puramente visual de las últimas piezas de Nadal;  si la superposición estratigráfica de planos visuales fondo-figura aparecían en las anteriores piezas como representaciones de un determinado espacio pictórico tendente hacia un cierto concepto de lo profundo, señalizada expresamente por diferencias incluso de espesor entre las diferentes capas, Impresión fugaz(2006) o Esquitx(2006) asumen la deconstrucción visual de los propios parámetros que animaran la estructura visual de sus precedentes; esta  estrategia semánticamente sirve para señalar una tabula rasa en el ejercicio de construcción de lo pictórico; ningún plano tiene más importancia visual y textual  que cualquier otro, ningún plano determina una posible estructura temporal, en cuanto la dificultad manifiesta  de determinar el supuesto orden arquitectónico que estructura la consecución de la obra, de la diferentes capas pictóricas para el  ojo del espectador. Lo entrópico como  signo visual se radicaliza al señalar la absoluta disfuncionalidad de señalar un orden, una dialéctica posible y legible fondo-figura, en la lectura visual de la imagen. Pero esa imposibilidad no viene propiciada por un abandono a la pura codificación de lo abierto-abstracto a través del abandono a una práctica del gesto o la mancha como signos de lo informe; por el contrario, la estructuración planimétrica del cuadro llega a su paroxismo hasta hacerla entrar en crisis; Los planos de representación se multiplican hasta la extenuación. El extremo barroquismo de la imagen llega a diluir las diferencias en la dialéctica interna visual entre lo homogéneo y lo heterogéneo; lo abierto no logra expandirse hasta su desaparición en una homogeneidad de lo informe; lo cerrado no desaparece aún a riesgo de casi fallecer de pura reverberación. Nadal, inteligentemente, subvierte los códigos de lo pictórico que aluden a la posible representación abstracta de formas cerradas y de formas abiertas; diluye los límites entre ambas, mediante el ejercicio visual de activar las diferencias en su propio seno, señalando a las formas abiertas en el seno de la concreción  de lo lineal y el plano cerrado, empujando a la forma cerrada  hacia su  desestructuración  mediante su multiplicación paroxística y  la hiperpresencia de la diagonal visual como límite lineal que señalara las fronteras entre planos visuales. El cuadro se transforma en un hervidero visual donde las líneas de fuerza pluridireccionales se multiplican hasta la extenuación, enmarcando una multiplicación paroxística de planos visuales que multiplican ad nauseam los planos semánticos de significación y representación; Lo energético se impone merced al desbordamiento de lo fronterizo y lo estructurado. Forma, gesto y plano visual se deconstruyen hasta determinar una homogeneización de las diferencias; sus fronteras se tornan móviles, sus límites imprecisos. La energía lúdica resultante de la vehiculación masiva hacia la entropía de la imagen hace estallar en pedazos cualquier atisbo de una paz visual, de un equilibrio paralizante pero gratificador al ojo del espectador.

El  resultado es un cuadro abstracto que al mismo tiempo es una analogía que remite a la construcción de un signo visual de lo entrópico; la representación abisma la presencia pictórica para subsumirla en un mosaico de significados. Estos, como los planos visuales de representación, se multiplican cacofónicamente; del principio de incertidumbre a la teoría fractal, de la ciudad como emblema de la desestructuración de lo humano en el seno de lo hipertecnologizado al gesto pictórico autónomo deconstruido en virtud de la paráfrasis y la analogía visual.

Piezas como Por culpa de un fragmento de tierra visto en un relámpago de tiempo(2006) o Atractor estraño(2006) se sitúan  como un brillante ejercicio plástico que habita las fronteras móviles entre la presencia y la representación; Mediante la deconstrucción pictórica del principio collage en su propia obra a través de su pura representación, Nadal construye cuadros abstractos que remiten tanto a las propias condiciones intrahistóricas de la pintura como asimismo se presentan como imágenes que remiten a elementos de lo real, pero que señalan su pérdida en el magma del libre juego de los significantes mediante una práctica pictórica abierta a la posibilidad de alusión a lo sublime, pero desde un espíritu no nostálgico, sino postmoderno40. Determinada a señalar visualmente aquello que excede a la propia imagen, y con ello alegar o señalar lo irrepresentable a través del libre juego de formas, pero desde un ejercicio lúdico que celebra esa imposibilidad de cerrar la significación41.

Nadal prosigue, en sus últimas obras, trazando un proyecto estético que creo marcado íntimamente por una continua voluntad de trasgresión como un ejercicio constante de situar la crítica visual y el nomadismo entrópico como auto principios estéticos. Si  la trasgresión en el seno del arte actual puede aparecer como completamente retorizada, convertida en sí misma a menudo en un gesto vaciado de contenido y reificado a sí mismo en la economía política del signo-mercancía42, es de señalar el esfuerzo de Juan Carlos Nadal por auto afirmar, en el seno de su propia obra, una voluntad manifiesta de encontrar los intersticios que señalan la posibilidad efectiva de ir mas allá de los discursos reiterados hasta el paroxismo y de las formas reificadas que los acompañan, a través de la propia capacidad nómada de reinventar lenguajes y perseverar en la puesta en juicio continua de los propios auto presupuestos y los propios medios de significación y expresión. De buscar, en los márgenes permeables de las fronteras de los lenguajes, nuevas posibilidades para conseguir, en la época del abotargamiento virtual y la penetración de la economía visual del simulacro en todas las áreas de la psique colectiva social, despertar los mecanismos desencadenantes para la lejana posibilidad de hacer relampaguear aquella iluminación profana donde se encuentra la posibilidad de conocimiento que encierra la experiencia estética moderna, posibilidad aparentemente olvidada en la disolución de lo estético en su propia apoteosis postcapitalista.


Notas

1  “En la medida en que siga existiendo verdadero arte, ese que nunca se sabe dónde puede surgir, así en Hollywood como en el bar de la esquina, ese arte no nos aporta paz ni armonía, al  contrario, destruye el viejo sentido común, desafía nuestra sensibilidad, nuestro lenguaje y los límites de nuestra experiencia. Trae el desorden, un desorden que, en ocasiones, se convierte en un nuevo orden que se impone a nuestro modo de ver las cosas”.Vilar, Gerard, El desorden estético, Idea Books, 2000, p. 9.

2  Asimismo, Vilar ha definido sintéticamente en esta expresión, que tomo prestada de él, la situación actual que caracteriza el arte contemporáneo tras el agotamiento de las neovanguardias y el fin de los grandes metadiscursos historicistas del discurso clásico de la Historia del Arte. Vilar, Gerard, El desorden estético, Idea Books, 2000, p. 10.

3  Para Rosalind Krauss, el índice como signo lingüístico permite determinar un determinado paradigma sobre el cual entender la producción escindida del Arte Posmoderno. Si atendemos a una cierta posibilidad de entender las expresiones culturales como potencialmente analógicas de los códigos normativos y la psique colectiva  determinantes en un singular momento histórico, el arte posmoderno podría asimismo ser singularizado como índice o señal que indicara una determinada condición de la experiencia estética contemporánea. (Krauss, Rosalind, “Notas sobre el índice” en Krauss, Rosalind, La originalidad de la vanguardia y otros mitos modernos, Alianza Editorial, Madrid , 1996, pp. 209-223.)

4  Vilar, Gerad, Vilar, Gerard, El desorden estético, Idea Books, 2000, pp. 10-11.

5 “Decir que la historia terminó es decir que ya no existe un linde de la historia para que las obras de arte queden fuera de ella. Todo es posible. Todo puede ser Arte, Y porque la presente situación no está esencialmente estructurada, ya no podemos adaptarla a un relato legitimador. Greenberg está en lo cierto; nada ha pasado en treinta años, esto es, quizá, lo más importante para decir sobre el arte de los últimos treinta años. Pero la situación está lejos de ser tan deprimente como indica la expresión “decadencia” de Greenberg. Mas bien inaugura la época de mayor libertad que el arte haya conocido”. (Danto, Arthur, Después del fin del arte; el arte contemporáneo y el linde de la historia, Paidós, Madrid, 1999, p. 136.)

6 “Frente a una mentalidad que ajusticia la pintura por su inactividad, podría considerarse que es propiamente esa condición “intempestiva” la que puede ofrecer, elípticamente, ejemplos de libertad (…) Sabemos que la experiencia contemplativa está siendo sometida a una feroz ofensiva por parte de ciertas estrategias teóricas actuales (…) en ultima estancia la textualización, o mejor la interpretosis, produce una ceguera o revela, casi con cinismo, que, no hay nada que ver. (Castro Flórez, Fernando,. “Zarabanda (teórica) para Broto”, en Broto, rever, Arte para el exterior, Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, 2003.)

7 Ricardo Forriols, ”Fragmentos, ruinas, reflejos en el cristal”,  en Nadal, hogar, dulce hogar, Circuit d´art contemporany; any 2002, p. 11.

8 He de señalar, sin embargo, algunas excepciones, como en piezas en la línea de “Pasos en el aire” de 2005,  o “Sueños de cristal” del mismo año, en las que el artista realiza un paso de baile manierista de reapropiación de sus propios códigos pictóricos anteriores, lo que señala, sin duda, ciertos hilos de Ariadna que recorren su trabajo prestándole una necesaria coherencia interna.

9 Ricardo Forriols ya detecta ese giro hacia lo pictórico que se da en Nadal en esas series de ”Fragmentos, ruinas, reflejos en el cristal”,  en Nadal, hogar, dulce hogar, op. cit. , pp. 10-12

10 “Existe una variedad de procedimientos en el trabajo de Juan Carlos Nadal, situación  que repite a la hora de observar los materiales empleados; madera, cristal metal, etc. Se trata una vez mas de establecer una amalgama de lenguajes autónomos que, en el momento de interactuar, terminan por confeccionar un lenguaje único que sería, a la postre, el lenguaje plástico del autor”. Prats Ribelles, Rafael, “El espacio como imagen del tiempo”, en Nadal, pasajes, Espai d´Art Lambert,, Xábia, 1997.

11 Nadal, texto en Nadal, Pinturas, Centro cultural de la Generalitat Valenciana, Sala Jove, Alicante, 1995

12 pese a que loamos lo híbrido y lo heterogéneo, debemos recordar que estos términos son también los preferidos por el capitalismo avanzado, y que el multiculturalismo social coexiste con el multinacionalismo económico”. Pérez, David, “Del arte autorrelfexivo al arte transitivo, del arte transitivo al arte recíproco”, en Pérez, David, Del arte impuro, entre lo público y lo privado, Valencia, Generalitat Valenciana, 1997, p. 26

13 Es recursiva en estas etapas de la obra pictórica de Juan Carlos Nadal una evidente voluntad de supeditar el gesto y la mancha como códigos propiamente pictóricos a una preeminencia del collage y lo fotográfico. Pero esa voluntad se halla, conforme su obra se sucede, cada vez mas determinada a una lenta recuperación del marco de lo pictórico en su obra. Podría, incluso, determinarse una línea consecuente de evolución en su trabajo en la que es posible advertir cómo lo puramente pictórico en cuanto tal pasa, desde un papel absolutamente secundario, a asumir otro cada vez mas relevante; y lo anterior, hasta el momento actual, en el cual el desplazamiento hacia lo pictórico parecería  haberse consumado. Sin duda, esto no es un proceso lineal, pero sí puede determinarse como una línea de fuerza que vertebra su obra.

14 Ricardo Forriols, “Fragmentos, ruinas, reflejos en el cristal”, en Nadal, hogar, dulce hogar, Circuit d´art contemporany; any 2002 , p. 16.

15 Danto, Arthur, “Lo puro, lo impuro y lo no puro; la pintura después de la modernidad”, en Nuevas Abstracciones, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1996, p. 22.

16 Roger Fry, citado en Doulgas Crimp, “Imágenes”, en Arte después de la modernidad, nuevos planteamientos en torno a la representación, Akal, Madrid, 2001, p. 176.

17 “La modernidad equivale a una búsqueda de la pureza (…) se pretende que el concepto de arte (…) sólo es significativo, o plenamente significativo, dentro de las artes particulares, y que el propio objeto artístico puede sustituir (metafóricamente) a su referente”. Craig Owens “El impulso alegórico; contribuciones a una teoría de la postmodernidad”, en Arte después de la modernidad: nuevos planteamientos en torno a la representación, Akal, Madrid, 2001, p. 235.

18 El arte minimal podría considerarse el último episodio de la historia de las vanguardias (…) consistiría en una última etapa de la tarea auto reflexiva de la modernidad, de búsqueda de la autonomía y las condiciones mínimas y específicas de lo artístico (…) Ahora bien, para Greenberg como para Michael freíd, suponía precisamente el fin de la vanguardia entendida como la evolución crítica y en búsqueda de su autonomía de los diversos géneros artísticos (…) Según Fried, más radicalmente, investigar los elementos mínimos de la escultura habría conducido de la mano de estos artistas a la producción de meros objetos, no de obras de arte escultóricas, y, por ello, el arte minimal no formaría parte del arte moderno en sentido estricto”.  Pérez Carreño, Francisca, Arte minimal, objeto y sentido, La balsa de la medusa, Madrid 2003, p. 114.

19 Como sintetiza acertadamente Brian Wallis, la contemporaneidad artística se identifica a sí misma, negativamente  a menudo , como el reverso del discurso de lo moderno sintetizado en la historiografía moderna de la escuela crítica formalista de Clement Greenberg y Roger Fry. En gran medida, toda la construcción de la contemporaneidad en el seno de la crítica del arte se centra en un ataque frontal a los parámetros de un cierto discurso del arte que se apropiara para sí de la condición de  lo moderno, y que entrara definitivamente en crisis con el agotamiento de las neovanguardias; “Necesariamente, toda comprensión de la crítica y del arte contemporáneo está estrechamente vinculada a una reflexión sobre la modernidad, pues la modernidad es aún la norma cultural que aún hoy rige nuestra concepción de lo que es el arte (…) la modernidad como institución”. Wallis, Brian, “Qué falla en esta imagen”, en Douglas Crimp, “Imágenes”, en Arte después de la modernidad; nuevos planteamientos en torno a la representación, Akal, Madrid, 2001, p. X.

20 “La pureza se convierte en un objetivo y el decoro en un efecto; el historicismo es el modo de intervención y el museo su contexto: el artista ha de ser original y la obra de arte única; éstos son los elementos que la modernidad privilegia y a los que se enfrenta la postmodernidad”, Foster, Halll, “Asunto: post”, en Arte después de la modernidad; nuevos planteamientos en torno a la representación, Akal, Madrid, 2001, p. 189.

21  “La historia del arte terminó una vez que el arte mismo se planteó la verdadera forma del problema filosófico, esto es, la cuestión de la diferencia entre las obras de arte y los objetos reales; el momento filosófico se había alcanzado (…) Decir que la historia terminó es decir que ya no existe un linde de la historia para que las obras de arte queden fuera de ella. Todo es posible. Todo puede ser arte”. Danto, Arthur, Después del fin del arte, Paidós, 1999, p. 136.

22 Sigo aquí la categorización que realiza Anna María Guasch en El arte último del siglo xx. Del postminimalismo a lo multicultural, Alianza, Madrid, 2000, pp. 379-398.

23 Señalo como táctil la voluntad de señalar o apuntar a un desbordamiento de la pura superficie planimétrica del lienzo a través de una superación física de sus límites en una contaminación consciente del gesto pictórico hacia lo objetual y escultural, mientras que lo óptico caracterizaría la voluntad puramente planimétrica de adecuación a la superficie del lienzo a través de un ajuste a la pureza del espacio de la representación pictórica.

24 “Cabe recordar que el arte de la década de los noventa ha renunciado de una manera generalizada a su ensimismada herencia y a su autorreflexivo proceder. Con ello, no se está volviendo a reafirmar su idealizada supeditación a códigos externos, sino, por el contrario, a reconocer la incidencia del propio lenguaje plástico dentro de su contexto más próximo e inmediato. En este sentido, podemos señalar que la citada autorerreflexividad ha cedido el paso a una transitividad por medio de la cual la actividad artística ha recuperado el objeto directo de su acción (…) nos encontramos, por ello, con un predicado plástico en el que coexisten múltiples objeto e hibridaciones y en el que, asimismo, la acción artística se proyecta y dirige hacia el exterior de quien utiliza esa habla”, Pérez, David, op. cit, p. 26.

25 “Todo quedó depositado por el suelo. Pedazos de papel minúsculos cohabitaban entre restos de telas semidobladas. Colillas, zapatos, herramientas, botes y clavos  se habían ido anclando en el espacio; las maderas también iban perdiendo su primera función (…) el desorden para poder componer, constituir desde lo sedimentado o ir elevándose por las paredes”, Monteagudo, Alicia “Saltos en el vacío”, en Nadal, pasajes, Espai d´Art Lambert, Xábia, 1997.

26 La obra como acontecimiento señalaría, siguiendo una particular genealogía deleuziana, a aquello que excede el marco estricto del sentido para acercarse al marco de la experiencia, de lo real, como espacio inabordable a la lógica de la identidad.

27 El decidido interés de Juan Carlos Nadal en señalizar la irrupción de lo fragmentario mediante la des-articulación constante del marco de la representación a través de la recurrente apropiación y uso del collage y el object trouvé ha sido acertadamente señalada por Ricardo Forriols: “Estas ‘piezas’, símbolos del desbordamiento de la pintura (…) son una manera de abrir los parámetros de su obra, antes de la aparición del dibujo —quizás a la par— y en ellas vemos potenciados sus materiales, sus estrategias; esa manera de castigar al arte, ese empleo de collage, esa objetualidad premeditada”. Ricardo Forriols, “Fragmentos, ruinas, reflejos en el cristal”,  en Nadal, hogar, dulce hogar, Circuit d´art contemporany; any 2002, pp. 18-19.

28 “En sus fotografías, de una cotidianidad abismal, se hace visible la pobreza, esa temporalidad sofocante en la que los sujetos carecen de todo y, sin embargo, encuentran cada día una pequeña esperanza a la que aferrarse. Este artista ha demostrado que tiene una honda preocupación política (…) la violencia y los sistemas de exclusión empiezan por nosotros mismos”. Castro Flórez, Fernando, “Homeless depeindre (cuando la extranjería nos habita)”, en Nadal; Hogar dulce hogar, Circuit d´art contemporani, Valencia, Generalitat Valenciana, 2002, p. 14.

29 “Posiblemente, sin la desaparición no existiría el impulso de pintar; pues entonces lo visible poseería la seguridad (la permanencia) que la pintura lucha por encontrar. La pintura es, más directamente que cualquier otro arte, una afirmación de lo existente, del mundo físico al que ha sido lanzada la humanidad”, Berger, John, Algunos pasos hacia una teoría de lo visible, Ardora, Madrid, 1997, p. 39.

30 “En los últimos años hemos asistido a una erosión de la teoría (…)  Cuando la apropiación se hizo institucionalmente viable como práctica crítica generó, siguiendo un doble eje, una reificación endémica, expresada en la práctica de la fotografía como “texto” moralista y, más recientemente, en la práctica de la semiótica decorativa (…) la desilusión del moralismo fotográfico nos condujo a una teoría general de la indagación que, a su vez, nos condujo al plano de la pintura crítica, y, en parte, a una reformulación de la abstracción crítica y conceptual”. Collins, Ticia y Milazzo, Richard, “El arte al término de lo social”, en los manifiestos del arte postmoderno, Guasch, Anna María (ed), Akal, Madrid, 2000, p. 115.

31 Podríamos enfatizar la importancia filosófica que el desarrollo de escenarios como los descritos por las teorías de la relatividad general de Albert Einstein o el desarrollo de la mecánica cuántica por Werner Heisenberg en el terreno de la física  tienen en el inconsciente colectivo de nuestro tiempo. Ambas teorías, en su estudio de las leyes que gobiernan lo muy grande y lo muy pequeño, nos sitúan en un marco donde se dibuja un universo móvil, sin centro, limitado pero sin fronteras, en el que los principios rectores que lo gobiernan a menudo desafían los de la lógica humana.

32 Recordemos al respecto la distinción que hace Danto de lo impuro u lo no-puro, en virtud de su aplicación a ciertas nuevas prácticas contemporáneas de lo pictórico; para Danto, lo no-puro se sitúa en la contaminación de lo pictórico a través de su deslizamiento hacia lo objetual-escultórico, como ocurría  en la pintura minimalista más consecuente, mientras lo impuro se caracterizaría por la inclusión de lo narrativo o lo simbólico a través de la recuperación de la pintura como vehículo de significación. Como ocurriría en la pintura de Philip Guston o Carroll Durham. Danto, Arthur, “lo puro, lo impuro y lo no puro; la pintura después de la modernidad” en Nuevas Abstracciones, Museo nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1996, p 20-22

33 Craig Owens señala a la alegoría como uno de los principales vehículos de lo postmoderno en su socavación de lo moderno en el seno de la práctica artística de la contemporaneidad; La alegoría, como figura retórica que caracteriza una voluntad intríseca del objeto estético a exceder su propia condición material en el mundo para ejercer una función de signo o señal de alguna otra cosa, es caracterizada por Owen como un impulso que recorre al arte contemporáneo. Owens, Craig “el impulso alegórico, contribuciones a una teoría de la posmodernidad”, en Arte después de la modernidad, nuevos planteamientos en torno a la representación, ed Akal, Madrid, 2001, p 203-235

34 La preeminencia de la práctica del collage como estrategia material que remite a un desbordamiento conceptual de subvertir la codificación de lo puramente pictórico en la trayectoria artística de Nadal ha sido señalada constantemente  a lo largo de su trayectoria; “El bricolage plástico de este creador, esa yuxtaposición deliberadamente problemática de estilos heterogéneos e imágenes, confluye con planteamientos contemporáneos que intenta desbordar la pintura en una dialéctica muy intensa tanto con lo fotográfico como con lo objetual”; Castro Flórez, Fernando, “Homeless Dépeindre(cuando la extranjería nos habita)”, en catálogo de exposición , Nadal, Hogar dulce hogar, Circuit d´art contemporani, 2002, p 8

35 Esta genealogía ha sido señalada asimismo por Fernando Castro Flórez . Castro Flórez, Fernando, “Homeless Dépeindre(cuando la extranjería nos habita)”, en catálogo de exposición , Nadal, Hogar dulce hogar, Circuit d´art contemporani, 2002, p 7

36 Es enormemente importante para mi argumento la caracterización que del collage  hiciera Max Ernst y sobre la que reflexiona Arthur danto; “El paradigma de lo contemporáneo es el collage. Ernst dijo que el collage “es el encuentro de dos realidades distantes en un plano ajeno a ambas” la diferencia es que ya no hay un plano diferente para distinguir realidades artísticas, ni esas realidades son tan distantes entre sí. Esto se debe a que la percepción básica del espíritu contemporáneo se formó sobre el principio de un museo donde todo arte tiene su propio lugar, donde no hay ningún criterio de cómo el arte deba verse, y donde no hay un relato al que los contenidos del museo se deban ajustar» , Danto, Arthur, op-cit, pg 28

37 Recordemos como toda la critica estructuralista y decosntruccionista de la escuela de Nueva York subraya  el énfasis en la caracterización del gesto originario y atemporal como esencia y principio de lo moderno en el discurso formalista de Clement Greenberg y Roger Fry, y como se encarga de cuestionar estructuralmente esa pretensión teológica subrayando la radical historicidad de un particular retórica de la inmediatez construida a partir de la negación o expulsión estructural del signo “copia” del par originalidad-repetición.

38 Tomo, apropiándome, en cierta medida del espíritu Deleuziano que anima su descripción de lo horizontal. Lo horizontal remite no a una voluntad de supuesta igualdad de los planos pictóricos, sino a la consecución del establecimiento del cuasi-orden de la diferencia radical; la determinación de la permeabilidad de los límites y las fronteras;  en este caso, la lectura visual de estas obras se vuelve problemática a través de una voluntad de enfatizar pictóricamente la permeabilidad de las fronteras visuales entre  diferentes estratos o capas.

39  Lo superficial, en este caso, hace referencia a la absoluta desjerarquización óptica ejercida en la acumulación sedimentaria de capas pictóricas; “delante” o “detrás” dejan de ser conceptos aplicables a la lectura de la imagen, descomponiendo una posible lectura tridimensional o profunda basada en una adecuación temporal al ojo del espectador de los efectos de traslapo

40 “Si es cierto que la modernidad se desenvuelve en la retirada de lo real y de acuerdo con la relación sublime de lo presentable con lo concebible, en esta relación se pueden distinguir dos modos(…)Se puede poner el acento en la impotencia de la facultad de presentación, en la nostalgia de la presencia que afecta al sujeto humano(..)O si no se puede poner el acento en la potencia de la facultad de concebir, es su inhumanidad, por así decirlo(…) poner el acento sobre el acrecentamiento del ser y el regocijo que resultan de la invención de nuevas formas de juego, en la pintura, en el arte, en lo que sea.”. Lyotar, Jean François, La postmodernidad(explicada a los niños), edGedisa, Barcelona, 1987, pg 24-25

41 Ibid pp 25 ; “Lo postmoderno sería aquello que alega lo impresentable en lo moderno y en la presentación misma; aquello que se niega a la consolación de las formas bellas, al consenso de un gusto que permitiría experimentar en común la nostalgia de lo imposible; aquello que indaga por presentaciones nuevas, no parea gozar de ellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que es impresentable”.

42  “Practicaba Warhol la ironía quínica o la razón cínica? Desde luego simuló esquizofrenia como defensa mimética contra las contradictorias demandas de los vanguardistas en la sociedad del espectáculo , pero es difícil distinguir su defensa contra el espectáculo  de su identificación con él. En la pintura de simulaciones y la escultura de bienes de consumo esta distinción se hizo casi imposible de trazar, y en la omnipresente práctica del nihilismo capitalista hoy en día parece absolutamente desdibujada.”, Foster, may, el retorno de lo real, la vanguardia a finales de siglo, Ed Akal, Madrid, 2001, pg 125

«Ráfagas». Joan Ramón Escrivà, 2012.

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¿Cuándo dejaré de buscar la casa inencontrable donde respira esa flor de lava, donde nacen las tormentas, la extenuante felicidad? (…) Destruida la simetría, servir de pasto a los vientos.

René Cazelles, “De terre et d’envolée” (1953)

El endiablado enojo del mar no parece que fuera la causa del accidente de la fragata Medusa, el navío francés que encalló frente a las costas de África en 1816, sino la ineptitud de su capitán. Cargado de indignación y de furia, Géricault representó el infierno caníbal experimentado por sus supervivientes apiñados y hambrientos durante días sobre una barcaza improvisada hecha de troncos y cuerdas.  La balsa se mantiene a duras penas a la deriva en un balanceo de carne y muerte, entre olas y harapos de tela. La rudimentaria embarcación, en su zarandeo mortal, evidencia la metáfora de la terrible fragilidad del hombre ante la furia desatada de la bestia, aunque también -en su fantástica precariedad- la hazaña mítica de la choza primitiva. Escuchemos a Bachelard: “Así, frente a la hostilidad, frente a las formas animales de la tempestad y del huracán, los valores de protección y de resistencia de la casa se transponen en valores humanos. La casa adquiere las energías físicas y morales de un cuerpo humano. (…) Una casa así exige al hombre un heroísmo cósmico.”

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No menos épico es el combate que se disputa en algunas mentes ante el acecho implacable de la locura. El terrible remolino del miedo, que emerge inexplicable de las entrañas del subconsciente, provoca el trastorno de pánico y éste la consiguiente distorsión de la realidad. Freud relató la historia del artista bávaro Cristóbal Haitzmann quien, durante el verano de 1677, hallándose pintando en una iglesia, fue presa de terribles convulsiones que se repitieron en días sucesivos. Interrogado por el prefecto de la localidad por el posible origen de sus males, el artista confesó que “nueve años antes, en una época de desconfianza en sus dotes artísticas y en la posibilidad de subsistir, había cedido a las sugestiones del demonio”, esto es, el desdichado y melancólico artista había acabado vendiéndole su alma al mismo diablo a cambio de su redención terrenal.
Sigmund Freud fue tajante en su diagnostico: “Haitzmann había caído en honda melancolía; se sentía incapaz de trabajar en su arte, o sin voluntad para ello, y le preocupaba amargamente la idea de una muerte próxima”.

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Es probable que el demonio de la locura persiguiera a Jackson Pollock el día que murió estampado con su coche mientras conducía borracho. Su pintura de chorretones había sido un auténtico diluvio, un torbellino líquido, etílico, mezclado con una cierta dosis de desesperación.
Mark Rothko fermentaría sus calmos campos de color con el pecado de sus estados depresivos. Tras divorciarse de su mujer, la presión de un miserable terror cerebral le indujo a cortarse las venas en 1970.  Love is the devil.
Alguien asoció esta frase a la sinuosa vida de Francis Bacon, el genio perverso que vivió atrapado entre espejos destartalados y que acabó sus días ahogado en la angustia de su propio asma. A Bacon le falló el aire, el vendaval de sus pulmones. Quizás por los remordimientos por el suicidio de su joven amante.

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Llegados a este punto no puedo dejar de acordarme de Strindberg, el escritor, dramaturgo, alquimista. A-tormentado alquimista. También fotógrafo y pintor. Recuerdo sus pequeños óleos de mares enloquecidos por los fuertes vientos. Los infiernos de su mente le hicieron escupir con sus manos sobre los lienzos poderosas madejas de grises y verdes empastados, pinceladas agitadas donde todo se entremezcla y diluye, lugar donde la reposada línea del horizonte bulle hasta dislocarse en vertical en busca de un cielo que arroja su furia sobre el mar. Una caótica y colosal batalla de agua y viento. Y en medio de esa inmensa (y por qué no feliz) fiesta explosiva, una bolla de color rojo se regocija a flote en su acertada levedad. Danza libre y ligera en medio de las embestidas de las olas de un cielo que ya es mar.
Y evoco las palabras del Génesis: “Diluvió por espacio de cuarenta días sobre la tierra, y las aguas, siempre en crecida, levantaron en alto el arca, que flotaba sobre las aguas. Tanto crecieron las aguas sobre la tierra que llegaron a cubrir todos los montes más altos de debajo del cielo. (…) Entonces pereció todo animal que se mueve sobre la tierra, tanto de las aves del cielo como los ganados, bestias y reptiles terrestres y todo ser humano.”

«Pliegos de movimiento». Alicia Monteagudo, 2012.

Seis minutos no bastaron para replegar el espacio sobre sí, para empaquetar los trazos, o hacer tributo a las nubes gaseosas cuyo devenir será fijado.
Virajes múltiples y aleatorios hacen voltear los surcos, que pasarán a ser remolinos con furia de Tsunamis; girar el pensamiento, girar alrededor, girar dentro del giro, girar tanto que las constantes se acelerarán al unísono con la danza pictórica.
Ritual de movimientos corporales que alternan al límite contrarios como vacilación y decisión, o acción y reflexión. Con la tensa misión de que lo líquido no solidifique antes de tiempo, o bien, que el plano lo atraviese como siempre en diagonal.
Tras la primera epidermis habitan otros tonos: blanco, negro y bermellón, camuflados en parte por las primeras capas. Velan de forma semiausente, hasta conseguir que todo vibre, aproximándonos a la siguiente dimensión, a la naturaleza tangible.
En el intento de capturar el movimiento de la mancha sucumbe la experiencia concentrada en inmediatez. Un control poderoso del gesto y del trazo, nos sitúa en el abultamiento de los pliegues fruncidos por planos.
Formas de humo diseñadas siempre sinuosas. Volteretas de acción que, en ocasiones, se prolongan en busca de una salida del formato, agrandando lo plasmado al mundo externo, formando parte de él. Peanas que muestran el origen de las formas, que ya son obra y parte, que canjean su soporte para existir.
La luz incide del fondo, de la parte posterior, valorando el conjunto que atraviesa un laberinto apenas sin ángulos, casi sin esquinas, luz que impera de forma circular, radiando los contornos vertidos en la silueta resultante de la erosión del agua. Luz que se cuela entre las distancias no ocupadas, entre los huecos que permiten ser atravesados. Y las sombras propias se difuminan, unas veces degradadas, otras se nos presentan en primer término, de manera evidente.
La bravura espumosa de la curva irrumpía para posteriormente volver a marcharse con la misma premura que había aparecido. Resultó plenamente inundado. Repitiéndose la secuencia del qifu hasta que la marea cediera en parte.
Por otro lado, el temporal ya se había encargado de seguir su propio curso de forma análoga, aunque sucedía mucho más arriba, en las alturas extremas. Desde tierra parecía que los sucesos ocurrían de otro modo, la distancia ralentizaba la velocidad, pero no por ello eran menos ciertos.
Me preocupé de que la pintura se eternizase en la acción, mientras que la escultura se detuvo buscando un equilibrio que la sostuviese. Ella se convirtió en memoria, aún con sus inclinaciones imposibles la vida se le interiorizó. Pero lo pictórico continuó existiendo, a pesar de su bidimensionalidad.

«Ad Infinitum». Laura Sánchez Serrano, 2017.

Ráfagas de movimiento, corrientes gestuales, paisajes de agua, humo y metal nos adentran en un realidad meditativa fundamental, más allá del ruido y del desorden. La Galería Karin Wimmer presenta del 17 de marzo al 14 de abril AD INFINITUM, una exposición comisariada por Laura Sánchez Serrano, que muestra la obra más reciente de Juan Carlos Nadal.
Juan Carlos Nadal (*1966, Alicante) parte del gesto creativo más instintivo y elemental – el giro, el pliegue – para moldear la materia y crear formas fractales que, como en la naturaleza, se repiten infinitamente. Tanto en sus esculturas como en sus pinturas y dibujos, el material deviene forma a través de trazos o movimientos espontáneos y decididos, gestos que oscilan rítmicamente entre el control fruto de la experiencia y la pérdida consciente del mismo.
Aluminio, zinc, tela, papel, carbón, esmalte o pintura quedan sometidos irremediablemente al ímpetu creador del artista, transformándose en curvas nerviosas bañadas de negro, metal y turquesa. El negro, asociado al infinito, a la nada de la que todo surge, convive con el resplandor metálico del aluminio remachado, resultado de la acción industrial del hombre, y un azul turquesa que nos traslada a las costas del mar mediterráneo, tan presentes en la biografía del artista.
Industria versus naturaleza, movimiento versus meditación. La obra de Juan Carlos Nadal nos invita a vivir una experiencia estética genuina: una danza de formas esenciales recurrentes, que se repiten en el silencio del espacio ad infinitum.


Gusts of movement, gestural currents, landscapes of water, smoke and metal that bring us into a fundamental state of meditation beyond noise and disorder. Karin Wimmer Contemporary Art presents from the 17th until the 14th of April AD INFINITUM, an exhibition curated by Laura Sánchez Serrano that shows the most recent work of Juan Carlos NADAL.
Juan Carlos NADAL (*1966, Alicante) uses the most instinctive and elemental creative gesture – turning, folding –  in order to mould the matter and creates fractal forms which, as in nature, repeate themselves indefinetely. In his sculptures, paintings and drawings, material becomes form by using spontaneous but determined strokes and movements: gestures that swing rhythmically between the control learned from experience and the conscious loss of it.
Aluminium, zinc, fabric, paper, charcoal, enamel or paint become irretrievably subjected to the creative vigour of the artist and turn into agitated curves, bathed in black, metal and turquoise. Black, associated to infinity and the nothingness from where matter emerges, coexists with the metallic glow of the riveting aluminium, the result of industrial action of human beings and a turquois blue that brings us to the coast of the mediterranean sea, so present in the biography of the artist.
Industry versus Nature, Movement versus Mediation. The work of Juan Carlos NADAL invites us to live a genuine esthetic experience: a dance of essencial forms that recur ad infinitum in the silence of space.

«Conservar el arte contemporáneo español». Entrevista Javier Martín, 2017.

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EXPONE: JUAN CARLOS NADAL
Por Javier Martín

Juan Carlos Nadal (Alicante, 1966) inauguró el pasado 16 de marzo la exposición Ad Infinitum en la galería Karin Wimmer, en Múnich. Se podrá visitar hasta el 14 de abril.

¿A qué se debe el título de la exposición?
Ad Infinitum proviene del Latín y significa “hasta el infinito”, continuar indefinidamente, sin límite. Por tanto puede ser usada para describir  un proceso «repetitivo» sin fin y hace referencia a las formas geométricas de la naturaleza que se generan indefinidamente a modo de fractales.

¿Cómo plantea esta exposición?
En principio me planteé mostrar únicamente obra recientes, aunque tras conversar con Laura Sánchez Serrano, comisaria de la exposición, pensamos que resultaría más interesante conectarlos con trabajos anteriores, para de este modo mostrar  una panorámica más amplia de mi obra y hacer visible la evolución de la misma. Por otro lado, teniendo en cuenta que es la primera vez que expongo en Alemania, esta opción nos pareció la más oportuna.
En cuanto al desarrollo procesual, me interesa el empleo de diversas disciplinas artísticas y establecer conexiones entre ellas. Mediante este proceso de hibridación pretendo enriquecer la obra y la experiencia artística.

¿Qué puntos de convergencia y diferenciación hay entre las obras que va a exponer y las anteriores?
Como he comentado, en la presente exposición convergen planteamientos anteriores con otros de reciente creación. El desarrollo conceptual y formal de las obras fue evolucionando a medida que empecé a profundizar en las posibilidades espaciales de la propia pintura. La percepción de la naturaleza, aspectos como la climatología y el movimiento como fenómeno físico y temporal han sido una constante en el desarrollo de mi obra durante el último periodo. Inicialmente, estas referencias dieron lugar a una serie de pinturas abstractas sobre lienzo y papel, evocando aspectos relacionados con la fenomenología del paisaje.
Posteriormente, a partir de dicha serie, mi interés por explorar cuestiones relacionadas con el espacio me permitieron reflexionar sobre la propia pintura, su fisicidad y capacidad expresiva. En consecuencia, la pintura se adentra en el campo expandido y se convierte en espacial, en volumen. Estas piezas escultóricas, realizadas en aluminio o  tela conviven con la pinturas bidimensionales estableciendo un diálogo entre ellas. Por un lado, las características físicas del aluminio como material enlazan con la idea del reflejo y la luz, aspectos presentes en la naturaleza que me interesan especialmente. Por otro lado las ondulaciones y curvaturas remiten al gesto de la pintura como acción, y a su vez a la estructura orgánica y en constante movimiento de la Tierra.

¿Considera que hay buenas colecciones privadas en nuestro país?
En españa existen espacios publicos, fundaciones e instituciones con colecciones muy interesantes. En cuanto al coleccionismo privado, tambien nos encontramos con casos de colecciones que han ido consolidadándose a lo largo de los últimos años.
No obstante, opino que para promover e incentivar de una manera eficaz el coleccionismo en España, habría que mejorar algunos aspectos que considero cruciales.
En primer lugar, sería conveniente que tanto instituciones como los medios de comunicación nos dieran a los artistas españoles una mayor difusión, potenciando el valor del arte que se genera en nuestro país.
Por otro lado, es fundamental la mejora de los impuestos que actualmente están en vigor. Así, lo único que se consigue es la fuga del coleccionista, ya que las condiciones fiscales y económicas resultan mucho más ventajosas en las galerías extranjeras. Mientras no cambie dicha situación, las galerías y artistas que trabajen en nuestro país seguirán encontrándose con una situación nada favorecedora.

Noir serpentin

Galería Aural, Alicante. 2018

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Ad Infinitum

Galerie Karin Wimmer, Münich. 2017

Making of «ONA», 2015. Escultura pública en el túnel de las escaleras del IES Jorge Juan de Alicante.

Meandres

Galería 3Punts, Barcelona. 2014


Basso continuo

Las Cigarreras, Alicante. 2013

Qifu

Galería Aural, Alicante. 2013

 

Dust devil

Pinturas del mundo flotante

Galería pazYcomedias, Valencia. 2009